❧Capítulo XLVIII

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Isabella

Seis meses después

El primer semestre de la universidad paso demasiado rápido. Nos encontrábamos a un paso de las vacaciones y comenzando con los exámenes finales.

Mi meta de ser la mejor iba demasiado bien. Mis calificaciones eran excelentes y de seguro, eran las mejores de los cursos.

Aunque eso no borraba los malos comentarios acerca de mi estado. Los meses solo hicieron notorio el embarazo y caminar con una enorme barriga no era bien visto.

Escuchaba los murmullos sobre mi aspecto, pero los ignoraba centrándome en mi objetivo, terminar la carrera en tiempo y forma.

Mis únicos amigos en la universidad eran mis compañeros de laboratorio y entre ellos estaba Samuel.

—Hola – los saludo al llegar.

Los guardias se desplazan cubriendo las entradas y, prácticamente me tiró sobre la silla exhausta.

Caminar es algo que me agita demasiado, pero mis hijos están bien, y, por ende, no hace falta que detenga mis actividades. La pequeña perdida no se volvió a repetir, pero de igual manera estoy atenta a cualquier signo de alerta.

El simple hecho de pensar que algo les puede pasar me corta la respiración. Me he vuelto mucho más reservada, desconfiada y precavida.

Sin mencionar, la paranoia que me surge cada vez que siento que alguien me está vigilando. Desde el ataque en la mansión, tengo esa extraña sensación de que alguien me mira.

—Deberías quedarte en casa – habla Félix.

Su mano se cierra en mi muñeca y la ternura me surge al ver que me está tomando las pulsaciones. Todos estos meses se han encargado de cuidarme, cumpliendo cada mínimo deseo que el embarazo me generaba. Cosa que agradecía.

A pesar de que Maximiliano está al pendiente, es lindo sentir que sos importante para alguien. Ellos me cuidan y me hacen sentir especial.

Más aun, después de la muerte de papá, la cual me trajo un sinfín de sentimientos. No teníamos la mejor relación, era un hombre malo, pero era mi padre y sí que lo quería.

—¿Cómo es que tu esposo te deja venir casi a punto de parir? – se mete Adrián.

Y eso es algo en lo que no quiero meterlos por lo que prefiero callarme. Mi mundo no es a lo que están acostumbrados, el único que está medio al tanto es Erick, pero solo por culpa de mi cuñado.

—Todavía me faltan dos meses. – alego lo obvio.

—¿Si sabes que pueden adelantarse? – acota Erick.

Y pues sí, lo sé.

Esa es la razón por la cual mi querido esposo me doblo la seguridad, y gracias a Calef entendió que podía seguir viniendo sin problemas.

Después de todo estoy embarazada no enferma y desear seguir estudiando no significa que la salud de mis hijos no me importe, porque me importa más que mi propia vida.

—Dejen de molestarme ustedes también – pido cansada. Ya tengo suficiente con los demás. —¿Pudieron terminar con el trabajo?

La titular de la cátedra nos había pedido como trabajo final de acreditación un proyecto que simule el trabajo de las moléculas que componen el ADN humano. Erick, Samuel y yo somos los encargados de la parte del laboratorio mientras que Adrián y Félix de la parte de investigación.

—Aquí tiene su majestad – habla Félix.

Me extiende una carpeta cargada de información a la cual le pegó una ojeada rápida y me deja satisfecha.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora