❧Capítulo XXII

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Samuel

La culpa que me carcomía por dentro después de lo que hice con Isabella se esfumo en el mismísimo instante en el que vi a mi hermano a unos metros de mí.

No era de frecuentar estos lugares en donde las mujeres disfrutaban desvistiéndose, bailando y satisfaciendo el ego de los hombres, pero mis compañeros de cursada me habían convencido.

Mala idea ya que la imagen de mi hermano intercambiando fluidos vocales con una mientras que otra le chupaba el pene me enfureció.

Estaba engañando a su mujer, por más que siempre lo sospeché nunca pensé verlo en directo. Maldito bastardo.

—¿Ese no es tu hermano? Erick, uno de mis mejores amigos, habla a mi lado señalando hacia su dirección aumentando mi enojo.

—¡Lo es!le respondo empinándome el trago. – Lo siento, discúlpame con los chicos debo irme.

¿Cómo que irte? ¡Samuel!

Ignoro sus gritos desesperados por llamarme y me encamino a la salida. La ira me segó dándole paso a esa faceta que tanto reprimo, mi lado Wolf.

Las ganas de ver a mi cuñada se hicieron enormes por lo que el destino era claro, la mansión familiar en donde seguro estaba aburrida la hermosa mujer que me robaba el pensamiento.

Por más que me repetí una y otra vez que acercarme a ella estaba mal, no pude evitarlo. Isabella despertaba mis deseos mas pervertidos.

El trayecto hacia la casa fue rápido y fue nana quien me recibió notablemente contenta por mi llegada.

La bese y le repetí lo importante que era antes de subir con la escusa de que tenia un trabajo por hacer.

<<Ven a mi habitación>>

Teclee las palabras y se las envíe mientras ingresaba a mi cuarto, no tuve que esperarla mucho ya que la puerta se volvió a abrir enseguida.

Lo primero que vi fue se cabeza que se asomaba dudosa, luego todo su cuerpo, llevaba un pijama de seda suelto de color azul que le quedaba de infarto.

Pase saliva. No podía verse tan hermosa.

—¿Cuándo llegaste?cuestiona caminando hacia mí lugar.

—¡Hace un rato! le regalo una sonrisa mientras doy los pasos que le faltan.

Mi sola cercanía la tensa, puedo notarlo.

—¿Por qué querías verme? pregunta con la vista fija en mis labios.

—¡Solo deseaba hacerlo! acortó la pequeña distancia que nos separa uniendo nuestros labios en un tierno beso, mis labios rozan los suyos con sumo cuidado.

No se aparta, me acepta rodeándome  el cuello con sus brazos.

—¿Cenaste? pregunto al separarnos.

Niega.

La tomo de la mano sacándola de la habitación, por más que lo desee no pienso hacer nada con ella en este lugar.

—¡Ponte otra cosa, no quiero que digan algo de ti! conozco a las personas que trabajan acá, una manga de chismosos fieles a mi hermano.

Ella mueve la cabeza afirmando mientras entra al cuarto que comparte con él, ignoro los celos que me surgen respondiéndoles los mensajes a mis amigos y pidiéndoles que me avisen cuando Max deje el lugar.

Ella sale vestida con una calza y una remera básica viéndose igual de linda que hace unos momentos.

Le pido a la cocinera que prepare algo de comer al bajar mientras que nos ubico en la sala eligiendo una película.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora