❧Maximiliano
Una semana después.
Me tumbo en el sillón junto a Isabella. Mis ojos recaen en mi mejor creación y me siento aliviado de que todo valla tan bien.
En la mañana tuvo una pequeña pérdida que me puso los nervios de punta. El grito que soltó al ver la sangre deslizarse por sus piernas me persigue haciéndome sentir miedo por primera vez en años.
Llevo la mano a su vientre dejándola más de la cuenta deseando que estos meses pasen rápido. Necesito que mis hijos nazcan, necesito tenerlos en brazos, necesito protegerlos.
Y en el vientre de su madre puedo hacerlo con ciertas limitaciones.
—¿Cómo te sientes? – cuestiono.
Está leyendo no sé qué, pero lo deja de lado rápidamente.
—Preocupada – responde.
Y le creo.
Puedo verlo en sus ojos.
—Calef me aseguro que todo está bien, que es algo normal – la tranquilizo, aunque estoy peor que ella. —De igual manera vas a quedarte en la mansión quieta y sin hacer esfuerzos. ¿entendido?
Asiente.
No quiero correr ningún tipo de riesgo.
Tomo su mano dejando un pequeño beso en el dorso. Me he dado cuenta de cuanto ama a nuestros hijos y que, como yo, desea su bienestar.
El parloteo que se cuela por mis oídos comienza a desesperarme.
Samuel, está a unos metros de nosotros con ese amigo suyo haciendo trabajos de la universidad, pero no nos quita la mirada de encima.
No le quita la mirada de encima, mejor dicho.
Cosa que me hace hervir la sangre.
Desde hace días he notado miradas que no tienen por qué existir y actitudes que comienzan a cansarme.
Pasé por alto las fotos, pasé por alto los videos, ya que no demostraban nada en concreto, pero no pienso pasar por alto nada más.
La mínima sospecha y me las van a pagar. Por más que lleve mi sangre, por más que sea mi hermanito, quien osa a traicionarme me las paga.
Y la mujer a mi lado tiene la misma bala entre ceja y ceja que él, solo que el hecho de cargar a mis hijos le da inmunidad, por lo menos hasta que nazcan.
—Deja de leer, veamos una película – propongo.
Apago el celular para que nadie me moleste e intento pasar un rato agradable con mi esposa.
—¿No tienes trabajo?
Niego.
—Hoy voy a quedarme en casa, asegurándome de que mis hijos estén bien.
Son mi prioridad desde el día en que ese correo confirmo su existencia. Y es que todo lo malo del pasado queda atrás con solo imaginármelos.
—Sabes – capto su atención. —He pensado nombres.
—¿Sí? – cuestiona emocionada. —¿Cuáles?
Me acerco a su oído susurrándoselos y un placer me recorre el cuerpo cuando siento el crujido del lápiz romperse.
Mis ojos se centran en la persona que sostiene ambas mitades y que pena por él, pero lo mío es mío.
Siempre fue así.
Muchos creen que jugar con el lobo es fácil, pero se olvidan que no solo tiene garras, sino que también tiene dientes y unos demasiado afilados.
—¡Samuel! – lo llama su amigo.
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Rojo Carmesí
Romance¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...