❧Capítulo XXXVIII

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Parte I

Maximiliano

Me muevo impaciente de un lado a otro del consultorio. Calef no ha llegado y ya tengo afán por ver lo que Isabella carga dentro suyo.

Detesto estos lugares, me traen recuerdos que prefiero arrancarme de la memoria, pero el motivo es hermoso.

Lo que carga mi esposa es hermoso para mí. Es algo puro, inocente. Sin corrupción, lo mejor que he hecho en esta vida, sin lugar a duda.

—Buenos días – saluda mientras ingresa poniéndose la ridícula bata médica. —¿Cómo están? ¿Cómo te has sentido Isa?

—¿Si sabes que tengo trabajo que hacer? – lo interrumpo y me ignora centrándose en la mujer. En realidad, me importa un comino las juntas, solo que no me gusta que mis allegados me vean "débil".

En este negocio la imagen lo es todo y la mía, siempre debe ser impecable.

—He estado bien, algunos mareos y vómitos – le responde.

—Es algo normal en los primeros meses – la tranquiliza. —Muchas veces, esos síntomas se extiende todo el embarazo, esperemos no sea tu caso. Acuéstate y levanta la remera que vamos a ver a ese pequeñín.

Hace lo que le piden mientras que él enciende los aparatos y busca lo que necesita. Me acerco lentamente intentando ser parte y no perderme de nada.

—Voy a poner gel y luego pasare esto – le señala un aparato conectado a la máquina.

La pantalla se vuelve negra con gris mientras lo desliza por la superficie de su panza. Lleva la mano libre a un botón y la habitación se inunda de un latido que me corta la respiración.

No sé en qué momento llegue a su lado, pero mis ojos se encuentran con los de mi esposa. Las ganas de llorar son inmensas mientras escucho el latir de mi bebe, mi niño o niña.

Por primera ves desde que nos enteramos veo felicidad genuina en sus ojos y eso me gusta. Quiero que ame al bebe que viene en camino tanto como yo.

¿Qué sucede? – pregunto al reparar el rostro serio de Calef.

Me ignora siguiendo con lo suyo y me aferro a la mano de Isabella un tanto nervioso.

—Mira nada más – habla por fin. —Felicidades, son dos bebes. Isabella está esperando gemelos.

Nos miramos sin poder creer lo que dice. Mi alegría se multiplica al saber que seré padre de dos bendiciones.

Por acto reflejo busco sus labios y deposito un pequeño beso al mismo tiempo que susurró un gracias. Ella me sonríe y una calidez inunda mi tórax.

Calef le pide que se limpie y tomamos asiento en el escritorio mientras que él anota unas cosas. Nuestras manos siguen unidas mientras que el médico explica los pasos a seguir.

—Nos vemos el mes que vienese despide.

Salimos del consultorio con miles de emociones juntas. No tengo ganas de volver a la mansión y que todo se arruine entre nosotros.

Decido dejar de lado todo, nuestros desacuerdo, las fotos y videos, la desconfianza hacia mi hermano, absolutamente todo.

—Vuelvan a la mansión ordeno a los de seguridad.

Mi pedido no les gusta mucho, pero obedecen. No soy idiota como para dejarme matar, tengo armas por cada rincón de la camioneta.

—¿A dónde vamos? – pregunta.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora