❧Isabella
Las últimas semanas habían sido maravillosas. Maximiliano no se había apartado de mi lado. Estaba presente, siendo todo lo que mi padre jamás fue.
Termino de amamantar a Raina y salgo de la habitación dejándolos dormir. Las medidas de seguridad son las mejores, por lo que no debo preocuparme por nada.
Por nada, excepto el hombre que se tambalea en la escalera.
Me detengo para contemplarlo asombrada. El pelo revuelto se mueve dejándome ver los ojos miel por los cuales estaba dispuesta a quemarme.
—¡Oh, ahí estas! – exclama señalándome. —Te estaba buscando.
Camino apresuradamente cuando lo veo pisar mal y casi caerse escaleras abajo.
—¿Qué haces? – cuestiono. —¿Cómo es que tomas de esta manera?
Una sonrisa se forma en sus labios.
—Solo fueron dos copa.
Hace el numero con los dedos mientras frunce el ceño, reparándome.
—¿Estabas con ellos no es así? – se me viene encima. Intento apartarme, pero me toma del brazo. —¿Estabas con él y sus hijos?
Me arrastra con él hacia una de las habitaciones y agradezco que no sea la que están mis hijos. El hombre a mi lado está completamente fuera de sí, perdido en el alcohol.
—Ve a ducharte – propongo.
Me ignora arrinconándome contra la pared.
Una de sus manos se cierra en mi cintura y apoyo las mías en su pecho deteniendo cualquier cosa que quiera hacer.
—¿Qué haces, Samuel?
—Voy a follarte – suelta.
—¡No! – sentencio cuando intenta desprenderme la blusa.
Lo empujo intentando apartarlo, pero junta mis manos llevándolas detrás mi espalda.
—¿Por qué no? – cuestiona besándome el cuello. —¿Ya no me deseas?
Me remuevo asqueada por la situación cuando mi mente me proyecta los recuerdos del día de mi boda. No pienso soportar que él me haga lo mismo.
—Dijiste que íbamos a alejarnos, dijiste que ya no querías estar con alguien como yo – le recuerdo sus palabras.
—Estaba molesto – se justifica retomando lo que empezó. Los primeros botones ceden mientras intento soltarme. —Detesto que otro hombre te desee, detesto que le hayas dado hijos a mi hermano.
—Detente, no quiero.
Lo hace, pero no por que quisiese.
Nuestro forcejo queda en nada cuando el impacto de no sé qué nos obliga a ir al suelo. Los oídos me zumban cuando intento orientarme y el polvo me hace toser mientras intento llegar a la puerta.
La imagen de mis hijos aparece dándome la fuerza que necesito. Todo el cuerpo me duele y de casualidad puedo mantenerme de pie.
La puerta sede y siento como Samuel se tambalea detrás de mí, pero me importa poco. La habitación esta vuelta un desastre entre vidrios y polvo.
Los ojos me pican al no encontrarlos.
—¿Dónde están? – pregunto.
—Parece que explotaron – suelta.
La sola idea me aturde más de lo que ya estoy mientras que a él solo le causa gracia. Su risa se escucha por sobre las explosiones y me le voy encima golpeándolo para que se calle.
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Rojo Carmesí
Romance¿Quién diría que el destino la uniría con un ser tan sangriento y despiadado como Maximiliano Wolf? Isabella Kozlova es una joven de dieciocho años. Alegre, simpática y demasiado extrovertida. Única heredera del jefe de la Bratva; aunque eso no le...