❧Capítulo XXXIII

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Francia

10:30 am

El vaso de licor choca contra la pared una vez que el video termina. Francis está sumergido en sus pensamientos mientras que el hombre a su lado lo contempla enojado.

Odia los errores, las distracciones y no obtener lo que desea. En eso, se parece demasiado al hombre que tanto quiere destruir.

Aunque, en comparación a él, disfruta su doble cara.

Disfruta ser el bueno, cuando en realidad, es mucho peor, disfruta de la confianza y el poder que tiene fingiendo ser alguien que no es.

—¿Cómo puede ser que te hayas equivocado de blanco nuevamente? – espeta furioso.

Francis se queda perplejo, incapaz de mover un solo dedo.

El miedo que le tiene al hombre de traje azul marino es más grande que el respeto. —Se... Se sabe... defender – responde tartamudeando.

Por más que busque alguna justificación, no la hay. Y los errores es algo que se pagan caros en este mundo.

—¿Las dos jodidas veces? 

Es consciente que ha fallado gravemente.

En el incendio, la bala que disparo en dirección al objetivo solo causo una herida leve y, ahora, luego del ataque a las camionetas, quien estaba hospitalizado era la mano derecha de Maximiliano Wolf.

El hombre que lo acompañaba volvió a darle play al video en donde se ve como han torturado a su hijo.

La sangre le hierve al no haber recuperado lo que le pertenece, no porque lo quisiese, sino que, como hombre de este mundo, detesta que toquen lo suyo.

—¡Te voy a dar una última oportunidad! – hablan detrás de él. — O matas a Maximiliano o te mato.

Asiente ante la amenaza.

En un perfecto francés da las ordenes necesarias para cumplir con el pedido personalmente.

Lo menos que desea es tener que soportar la ira de los rusos, por lo que se prepara para viajar a Alemania lo antes posible.


Alemania

17:00 pm

Maximiliano

Corto la llamada con la enfermera que cuida de Marcos restándome un peso de encima. Su evolución está siendo favorable al punto de pasarlo a una sala común.

Necesito que se recupere pronto, para que sea él mismo quien mate al mal nacido que lo dejo al borde de la muerte.

—¿Los hombres están listos? pregunto en dirección a Alexander mientras busco entre los contactos el número de quien necesito.

El punto a favor de ser quien soy, es que muchas personas me deben favores y muchas otras, harían cualquier cosa por ganarse mi gracia.

Como la mano derecha del francés, quien es mi informante desde hace días. Comprarlo ni siquiera me costó tanto, unos simples miles de euros.

Todavía estábamos en la bodega, esperando que nos confirme una de las pistas que seguíamos desde que mandamos el video.

—¡Lo están! responde mientras desliza el cargador en la pistola. — Llegaron esta mañana, nos esperan a las afueras de Múnich.

Preparo mis armas al mismo tiempo que...

El menor de los De Luca llega con una cara bastante peculiar y presiento que se debe a Azul, ya que le pedí el favor de que la sacara de este lugar.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora