❧Capítulo XXX

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Maximiliano

Alemania

Trece años antes

Hay situaciones, momentos, circunstancias que nos marcan y moldean.

Hay personas que nos destruyen, liberando la peor parte de nosotros, aquella que se reprime e intenta ocultarse.

Los gritos se escuchan desde los escalones de la entrada y presiono la bareta que tengo en la cintura en busca de algo de seguridad, la cual no llega.

Papá, había tenido que viajar al extranjero por unas cuestiones relacionadas al negocio, por lo que tendría que quedarme a cargo de los asuntos familiares por unos días.

Eso no era algo que me molestaba, fui criado y entrenado para todo lo que eso conlleva, aunque a lo que en verdad le temía, era a los sollozos y gritos que se escuchaban en la planta alta de la casa.

Luego de un largo día, entre números y cuadernos contables, por fin estaba en la casa. Aflojo la corbata en busca de un poco de aire y me quito el saco del traje dándoselo a una de las empleadas.

Los sonidos no cesan por lo que me tendría que ocupar de eso si quería cenar en paz.

—Maxs tengo miedo - Samuel aparece a mi lado, nuestros ojos se encuentran mientras jala la manga de mi camisa.

Mi hermano era un ser de luz, bondadoso y cariñoso, por más que cargase el apellido de la familia, era todo lo opuesto a nosotros y eso me llenaba el alma, deseaba que su destino fuese otro.

Y no la condena del imperio Wolf.

—Ve y espérame en la cocina - le pido alborotándole los pelos de la cabeza, ante mi pequeño hermano tenía que fingir ser fuerte, pero sobre todo capaz.

Las piernas me temblaban mientras subo los escalones.

Los gritos se intensificaban al avanzar por el pasillo, algunas empleadas merodean y les ordeno que se alejen cuando llego a la habitación deseada.

El asqueroso olor a alcohol se percibe desde el otro lado de la puerta y paso saliva antes de entrar.

—¿Mamá estas bien? - la voz me tiembla al girar y empujar el pomo de la cerradura.

Tapé mi nariz cuando el olor me cortó la respiración y busqué rápidamente la llave de la luz para encenderla, ya que todo estaba a oscuras.

—¿Mamá? - volví a llamarla, pero fue en vano. La mujer que me había traído al mundo no iba a responderme, ni ahora, ni nunca más.

Su cuerpo yacía tirado al lado de la cama en un charco hecho de su propia sangre, la cual brotaba sin cesar por sus muñecas.

La imagen me paralizó y fueron los brazos de Julio los que me jalaron haciéndome volver a la realidad. No sé en qué momento llegó, pero una parte de mí se lo agradecía.

—Llamen un médico y avísenle al señor Wolf - la mano derecha de mi padre daba ordenes, mientras que yo, no podía apartar la vista del cadáver ensangrentado.

Y en ese preciso momento, en el que cargaban el cuerpo de mi madre en una bolsa negra, supe que me había convertido en una bestia, en un ser sin sentimientos.

Desde ese entonces, la sangre comenzó a fascinarme y a ser parte de mi día a día.

Papá iba involucrándome cada vez en el negocio familiar y paso a paso fui haciendo crecer el imperio y con el nuestro apellido.

El apellido Wolf paso a ser asociado con la palabra destrucción y mi nombre, con el del mismísimo Lucifer.


Abro los ojos y lo primero que estos captan, es a la hermosa mujer que tengo de esposa, la niñata que ha sabido cumplir cada una de mis expectativas.

—¡Déjalo en paz! - hablo en dirección a Alexander cuando escucho todo lo que le suelta a Samuel.

Mi hermano ni siquiera me mira, solo se aleja, como todo este tiempo. Y su actuar quema, ya que para mí sigue siendo el niño asustado, el cual confía y necesita de su hermano.

Intento levantarme del sillón en el cual estoy y no sé cómo llegue, pero una delicada mano se posa en mi pectoral intentando detenerme.

—No te muevas, estas herido - su voz es toda la medicina que necesito.

La aparto, no es el lugar en el que tengo que estar.

—Que preparen las camionetas, vamos al hospital - ordeno mientras me levanto y voy por un trago.

Las quejas e impedimentos comienzan.

Detallo mi atuendo en el reflejo del espejo y no me gusta lo que proyecto, parezco un mediocre al cual le pueden tocar lo que le pertenece y no movería un dedo.

—Quiero al hijo del mal nacido de Francis en una de las bodegas - la ira me ciega al recordar el cuerpo ensangrentado de mi amigo - Espero que recibir al mocoso en pedazos le deje claro con quien se metió.

Alexander entiende y se aleja con el celular pegado a la oreja, las indicaciones las en italiano.

Nunca tuve intensiones de matarlo, su propio padre terminó eligiendo su condena.

La bestia dentro mí me exigía la sangre del pobre niño y estaba desesperada por ella.

Llevo la mano a mi pelo cuando el alcohol no me genera el efecto que necesito y barró con las botellas del mueble cuando su imagen aparece en el reflejo.

No ahora, no justo en este momento.

—Aléjate, maldita alcohólica - gritó mientras parto el espejo frente a mí de una solo golpe. La mano comienza a sangrarme mientras la mujer reflejada se ríe de mí.

Se ríe como en el pasado, como el día en el cual expreso lo mucho que me despreciaba y odiaba.

—¡Contrólate! Recobra los sentidos - Alexander aparece a mi derecha con un montón de gasas.— Ella no está - susurra.

Ella no está.

Ella se fue.

Repetí dichas frases en voz alta, intentando que mi cerebro las procesara, cosa que logré, por lo menos por un instante.

—Azul y el niño vienen para acá - vuelve a hablar. —Sube y cámbiate que las camionetas están listas.

Ignoro lo mucho que me molesta que me dé órdenes y subo por otra muda de ropa, nana e Isabela me siguen intentando convencerme de que no salga, pero las dejo con las palabras en la boca.

El auto emprende su marcha mientras que dejo salir a la bestia.

A la parte más sangrienta y despiadada de mi ser.

Iba a demostrarles que conmigo no se juega, que lo mío no se toca.

Hola amores.
Lamento la tardanza.
No saben cuanto me costó escribir el cap, odio a Max en esta faceta.
Espero disfruten la lectura, no olviden su ⭐.
Nos leemos.

Rojo CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora