CAPITULO XI-EL DIABLO (PARTE II)

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La presencia de fantasmas a su alrededor se estaba intensificando. Desde que estaba encerrada, era como si esas almas captaran su presencia como más facilidad, como si les costara menos encontrarla. O incluso, como si se hubiera corrido la voz. Antes solo aparecían de noche, mientras dormía. Pero desde el tercer día de encierro, se aparecían a todas horas. Estuviera despierta o dormida.

Y lo peor era que su manera de interactuar estaba cambiando.

Antes, los fantasmas se limitaban a mirarla desde lejos, a llorar o gritar, y su presencia duraba apenas segundos. Sin embargo, ahora se los encontraba cara a cara. Tumbados a su lado, pegados a su cama. Notaba su aliento, su frío. La tocaban. La agarraban. Y podían hacerla daño.

Se había dado cuenta la cuarta noche, cuando se despertó de golpe y pudo ver como uno le había agarrado del pie y tiraba de ella con fuerza. Ella logró zafarse enseguida, sin que nadie se percatara de ello. Sin embargo, cuando se fijó con detenimiento vio que tenía un llamativo moratón en el tobillo.

Todos ellos eran criminales, y estaban muy, muy enfadados con ella por haberlos matado. Escuchaba sus susurros constantes, veía sus miradas de odio y de desprecio, sus dedos acusadores.

Ninguno le había llegado a hacer nada grave, como si lo único que pudieran hacer era tocarla durante unos segundos. Sin embargo, el moratón le preocupaba. Si en unos días habían alcanzado esa fuerza, ¿qué podría pasar dentro de quince días?

Pero desde luego, lo peor eran las voces repiqueteando en sus oídos como si fuera una tortura de Guantánamo. Como una canción que te ponen alta y en bucle con la intención de volverte loco. Eso era lo que le perturbaba de verdad, lo que le había hecho perder el apetito y las fuerzas, lo que realmente podía acabar desesperándola.

Asesina...zorra...puta...te voy a matar...te arrepentirás de haber nacido...todas las cerdas como tú acabaréis muertas...te voy a degollar...

Estaba al límite. Y cada vez era más consciente de ello.

Si no renunciaba pronto al cuaderno estaría perdida. Quizá, así lograría que los fantasmas también desaparecieran junto a sus recuerdos.

Si. Lo estaba deseando, pero tenía que aguantar un poco más.

El séptimo día, Light, agotado, renunció a la posesión del cuaderno. Ryuzaki captó en seguida el cambio de actitud del chico. De repente, empezó a gritar que él no era Kira, que le habían tendido una trampa, que toda la situación había sido forzada.

El detective sabía que no tenía sentido. Sin embargo, parecía más convincente que nunca. Sus ojos castaños se abrían al máximo, desesperados, con un brillo de inocencia que nunca había visto en la fría mirada de Light. ¿Qué estaba pasando allí?

Noa también parecía desesperada. Se pasaba el día canturreando por lo bajo, como si estuviera intentando acallar voces en su cabeza.

Matsuda y Aizawa estaban preocupados.

-Ryuzaki- Comentó Matsuda. - ¿Y si esto es demasiado para ella? Podría acabar perdiendo la cabeza...mírala...

El detective la observó fijamente unos instantes y luego activó el interfono.

-Noa. Da la sensación de que estás perdiendo el norte. ¿Te encuentras bien?

-Si. Perfectamente. Cansada y aburrida. Solo eso.

Contestaba con frases cortas, como si le costara horrores mantener una conversación. Pero todos sus diálogos eran lógicos, nada que llevara a pensar que estuviera perdiendo la cabeza.

Ryuzaki se volvió hacia Matsuda.

-Es más fuerte de lo que piensas. Confía un poco en ella.

El policía suspiró y bajó la cabeza, todavía nervioso. No le gustaba nada el cariz que estaba tomando aquello.

Death Note: Kerosene (L Lawliet x OC -COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora