La muchacha se encontraba en la sección de libros académicos de una gran cadena de librerías. Pasaba sus manos con avidez por un manual de preparatoria para la universidad. Apenas había cumplido los dieciséis años, pero la posibilidad de optar a una beca de acceso a estudios superiores la tenía bastante agobiada. Al fin y al cabo, una subvención por buenas notas era lo único que le permitiría estudiar una carrera. Su trabajo a media jornada mal pagado no le daba para mucho, y sus padres no podían permitírselo. Pero ella quería estudiar.
La chica continuó mirando el libro hasta que llegó a las últimas páginas. Giró el tomo para ver el precio marcado en la contraportada. Sus ojos se abrieron al máximo. Suspiró con decepción y dejó el libro en el montón que tenía delante. Dio la vuelta para encaminarse hacia la puerta, pero a los pocos segundos cambió de idea y regresó al estante que había estado observando.
Con la mano temblorosa, cogió el libro y se lo guardó con disimulo en la bandolera que llevaba colgada. Respiró hondo unos instantes para recobrar el aliento. Pero una voz le habló, casi susurrándole al oído.
-Si vas a robar, quítale la pegatina imantada, o te pitará en la puerta.
La chica se volvió, sorprendida. Frente a ella, un muchacho unos años mayor, que vestía el uniforme de la tienda, la observaba con las cejas levantadas. La joven empezó a temblar.
Mierda. La habían pillado.
Sin embargo, el chico esbozó una gran sonrisa, casi con guasa.
-Primera vez ¿eh?
La muchacha le observó detenidamente. "Daniel Hernández", indicaba la chapa que llevaba en el chaleco del uniforme. Era un chico alto, desgarbado y muy delgado. Sus finos brazos estaban cubiertos de llamativos tatuajes. Su cara era alargada, poblada por una barba de varios días. De sus orejas colgaban varios pendientes con forma de aro. Tenía el pelo corto y castaño. Y unos profundos ojos azules.
La chica intentó volver en sí, y con la voz entrecortada, se disculpó.
-Perdona...yo...
El chico volvió a sonreír, divertido. Sus ojos azules se iluminaron, dándole un aspecto infantil, que chocaba con su físico algo intimidante. Bajo el brazo derecho sujetaba varios ejemplares para colocar en las estanterías. Sus manos parecían fuertes y duras, como si hubiera estado tiempo trabajando con ellas.
-Robar libros de texto es muy punki, pero ya que te pones, llévate también algo más entretenido.
El joven dejó caer entre las manos de la chica uno de los libros que cargaba. Al entregárselo, sus manos se rozaron. La muchacha se estremeció. Miró el libro. Era "El rayo que no cesa", de Miguel Hernández.
La joven separó los labios, sorprendida. El chico volvió a sonreír.
-Mi tocayo de apellido.
El muchacho se giró, en dirección al otro extremo de la tienda.
-Disfrútalo. Y recuerda: la pegatina.
La joven observó como el chico se alejaba. A continuación, arrancó la pegatina de ambos libros, tirándolas con disimulo al suelo.
Atravesó el arco de seguridad y salió de la tienda.
Horas después, ubicada en la acera de enfrente de la tienda, la chica observaba como los empleados abandonaban la librería. Al cabo de un rato, vio a Daniel, que se dirigía calle abajo, solo. La joven corrió tras él.
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Death Note: Kerosene (L Lawliet x OC -COMPLETA)
FanficCuando un Segundo Kira entra en escena, L empezará a sospechar de una alumna de intercambio relacionada con el entorno de Light, por lo que no dudará en acercarse a ella en busca de pruebas para atraparla. Sin embargo, esa joven aparentemente dulce...