El día de clases y las actividades del club habían finalizado. Con eso, no quedaba nada más que hacer en la academia más que regresar a casa para descansar. Esto no era la excepción para Asia y Jōtarō que ambos caminaban por el silencioso camino ausente de transeúntes, ninguno sin decir una sola palabra. En parte, era porque Jojo no es una persona muy conversadora, aunque si era alguien bueno escuchando a los demás; en el caso de Asia, ella no conocía muchos temas de que hablar más que los asuntos del club o alguna cosa curiosa que le sucedió en el aula, sin embargo, esta vez no era la ocasión.
El trayecto a casa fue tranquilo como de costumbre pero justo a unos cuantos metros de llegar a casa, tanto Asia como Jōtarō sintieron escalofríos recorrer su cuerpo. Ellos sabiendo que se trataba de sus instintos demoníacos que reaccionaban al peligro, se dieron cuenta que habían enemigos dentro del hogar en el que residían. Esto alertó especialmente a Jōtarō, por lo que decidió adelantarse a paso decidido a casa junto a ella, de esa forma, podría tenerla cerca y protegerla en caso de que sucediera algo, como una confrontación en el peor de los casos.
El pelinegro ingresó a casa de forma abrupta yendo de inmediato a la sala donde generalmente estaría su madre. Estaba abrumado ya que esa sensación no era para nada bueno y conociendo que los ángeles caídos y los exorcistas son sus enemigos, le preocupaba que algo pudiera ocurrirle a su madre, ni siquiera quería pensar en el peor de los escenarios pero las imágenes mentales pasaban por su cabeza. Sin pensarlo mucho, llegó a la sala donde vio a su madre riéndose con el mismo alegre humor de siempre, en compañía de dos extrañas chicas.
—Este era Jōtarō a los 12 años, había ganado una carrera y me dedicó su victoria —comentó Holy mostrando un álbum de fotos viejas.
—Madre —interrumpió el joven, haciendo acto de presencia con su elevado tono de voz.
—Oh, Jōtarō, bienvenido a casa. ¿Qué tal la escuela? —La mujer rubia se volteó para ver a su hijo con una sonrisa casual.
—Bien. —Él había respondido a secas, casi ignorando lo que su madre le decía por estar atento a ver a esas dos mujeres que le daban mala espina.
Esas dos chicas parecían ser tan diferentes solo con observar sus miradas, pero a la vez mostraban ser unidas, sin contar que ambas vestían con una túnica blanca, tenían un rosario colgando su pecho, ambas hermosas. Una con un largo cabello castaño atado en dos coletas y la segunda con un cabello corto de color azul con un mechón verde; sin contar que había un arma envuelta a lado de ella.
—Hola, Kūjō Jōtarō-kun —saludó la castaña mirando con una alegre sonrisa al de ojos verdes.
—¿Cómo sabes mi nombre? —Jōtarō afiló la mirada teniendo cautela de esa chica.
—¿No me recuerdas? Soy yo. —Se señaló a sí misma cambiando su expresión por una de incertidumbre.
—No.
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Star Dragon
FanfictionDesde que Jotaro Kujo despertó su habilidad Stand, su vida fue condenada por el destino a no volver a ser la misma. Primero comenzando por encaminarse a un largo viaje de cincuenta días por todo el mundo con el fin de salvar la vida de su madre, y g...