15 - Propuestas indecorosas

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La noche era bastante tranquila, el joven Kūjō caminaba por las oscuras calles de la ciudad que, para él, no representaban ningún problema gracias a su visión como demonio

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La noche era bastante tranquila, el joven Kūjō caminaba por las oscuras calles de la ciudad que, para él, no representaban ningún problema gracias a su visión como demonio. En esta ocasión, el muchacho se encontraba en su horario de trabajo yendo al hogar de uno de sus clientes para hacer un contrato.

Él fácilmente podía llegar en un abrir y cerrar de ojos usando el círculo mágico, pero prefería ir a pie. Nada le daba más paz que caminar tranquilo sin nadie fastidiándolo. Si podía alargar más su tiempo a solas, lo haría sin dudar.

Pronto llegó a una gran mansión con la entrada abierta y sin ningún indicio de alguna seguridad que protegiera el lugar. A simple vista podría parecer sospechoso, pero Jōtarō ya sabía que su cliente lo hacía para que él llegara ahí sin ningún problema, pues ya habían pasado varios días seguidos desde que lo convocaba a él en específico y sabía que a su demonio contratista le gustaba tomarse su tiempo.

Si Jōtarō lo pensaba con claridad, ese cliente era demasiado rentable para él, ya que solo le hacía cumplir peticiones sin mayor importancia y le pagaba mucho más del precio establecido.

—Oh, demonio-kun, llegaste —dijo el hombre sentado en su sofá, vistiendo un yukata. Se trataba de un joven hombre pelinegro con algunos mechones rubios en la zona de la frente y una barba bien cuidada—. ¿Qué tal si juegas un videojuego conmigo? Compré uno llamado "F-Mega".

«Que coincidencia...» pensó el muchacho al llegarle a la memoria el amargo momento en el que su mejor amigo había apostado su alma en el mismo juego de carreras.

—De acuerdo, solo le advierto que no soy mucho de videojuegos —respondió Jōtarō tras suspirar con pesadez y sentarse a su lado.

—Entonces estaremos en igualdad de condiciones. —Sin más, le entregó un control.

Minutos después, el joven hombre lo había vencido con facilidad. Jōtarō tan solo mantuvo su indiferente expresión y no perdió la concentración en ningún momento.

—¿Quieres volverlo a intentar, demonio-kun? No, Welsh Dragon.

—¿Cómo sabes eso? —El estudiante dejó el control a un lado y miró con cautela y sospecha al hombre que se mantenía con un humor relajado—. ¿Quién eres?

—Soy Azazel, líder de los ángeles caídos. Es un gusto conocerte, Sekiryūtei, Kūjō Jōtarō.

«¿Por qué no me sorprende?»

Al día siguiente, Jōtarō se encontraba en la sala del club informando a su ama sobre el inesperado encuentro que había tenido anoche con el líder de los ángeles caídos, Azazel. En el preciso momento que la joven de cabellos carmesí escuchó el informe de su amado peón, no pudo evitar preocuparse por él hasta el punto de abrazarlo fuertemente, aunque fue apartada de forma brusca por Jōtarō, que detestaba el contacto físico sin consentimiento.

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