38 - Magos y vampiros. ¿Qué es esto, un RPG?

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Varios días después del incidente de los monstruos gigantes en el Inframundo, ahora que todo había vuelto a ser la misma vida pacífica, Jōtarō comenzaba a despertar dando comienzo a una nueva mañana; sin embargo, no fue el despertar más cómodo y a...

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Varios días después del incidente de los monstruos gigantes en el Inframundo, ahora que todo había vuelto a ser la misma vida pacífica, Jōtarō comenzaba a despertar dando comienzo a una nueva mañana; sin embargo, no fue el despertar más cómodo y alegre de toda su vida. Cuando recuperó todos los sentidos, notó que estaba tirado en el suelo, y el lugar donde él debía estar era ocupado por Xenovia, que tenía el pie estirado, haciéndole deducir que ella lo había tirado de la cama.

Se supone que era su cama, ¿por qué solo él estaba fuera de ella? Era jodidamente injusto.

Antes solo Rias dormía con él, y no tenía problema alguno ya que la cama era gigantesca y tenía el suficiente espacio para estirarse, pero desde los acontecimientos de su muerte, todas las demás chicas también decidieron acompañarlo por las noches durmiendo a su lado. Asia, Akeno, Xenovia, Irina y Koneko se habían sumado, al igual que Ophis, quien imitaba como una niña todo lo que los demás hacían.

—Jōtarō-kun... Más duro...

—Los bocadillos del Cielo son tan deliciosos...

Mientras el muchacho se ponía de pie, logró escuchar como dos de las chicas en su cama hablaban dormidas. Era curioso lo contrastante que eran los sueños que Akeno e Irina tenían. En cierta parte, le causaba algo de agobio el solo imaginarse los posibles sueños de la primera, que por alguna razón se sentía violado, lo que le provocó un pequeño escalofrío que recorrió por su espalda.

Jōtarō fue a sentarse en una silla detrás del escritorio de la habitación, frotándose el rostro con la palma de su mano a la par que soltaba un suspiro de resignación.

Él se había jurado a sí mismo que no volvería a ser un patán, que sería más consciente de ellas y trataría de ser más tolerante con sus actitudes infantiles al ser personas importantes para él; pero fue muy tonto al creer que podría cambiar de la noche a la mañana. Apenas fue más abierto con ellas todas comenzaron a aprovecharse de la situación, llegando al punto de invadir su espacio personal con más frecuencia.

Claro que quería gritarles que se fueran a la mierda, pero de alguna forma se las ingeniaba para soportarlo, ya que sabía que ellas se estaban comportando de forma más amorosa con él desde su regreso de la muerte al creer que nunca volverían a verlo, y lo entendía; no obstante, su paciencia se iba agotando poco a poco.

Jōtarō estaba tan estresado que, aun si fuera un demonio que viviría por casi una eternidad, sentía que le iba a salir canas a temprana edad por todo el coraje que se guarda en su interior para no molestarlas. Sintió que el tabaco ya no iba a ser suficiente para calmarlo, teniendo que buscar algo mucho más fuerte para poder relajarse, y así poder sobrellevar la carga que es ser molestado diariamente por molestas mujeres.

La rutina del camino a la escuela había vuelto a ser tan caótica y ruidosa como lo era en los viejos tiempos, cuando iba a su antigua escuela y todas las chicas se amontonaban alrededor de él para ir a su lado, terminando la mayoría de veces en peleas que lo irritaban.

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