Guadalupe

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Habían pasado ya dos años desde la muerte de Erica, y Amalia seguía tan dulce y pura. Guadalupe, su vecina, se transformó en su pilar, durante este tiempo, quien veía a la niña de siete años como su propia hija, ya que ella no pudo tener los propios.

—¡Tía Lupe!—llamó Amalia—Ya me tengo que ir al colegio.

—Si, si, si ya voy niña, espera—anunció Guadalupe—No ves que los años pasan por tu tía, no puedo correr.

—Lo siento—dijo la niña conteniendo la risa.

—Listo—señaló—Todo listo para tu primer día—mientras le entregaba su mochila y delantal a su niña pequeña.

Ese día Amalia se fue más temprano que de costumbre, dejando a una Guadalupe un poco preocupada por su pequeña. Al barrer por la casa, se encontró con la mirada al altar que había puesto Amalia para su madre.

—Amiga mía—dijo tomando la foto de Erica—Si pudieras ver a tu hija, es hermosa y feliz, pero le haces mucha falta.

Escuchó dos golpes en la puerta, lo que hizo que saliera del trance emocional que le trajo ver la foto de su amiga. Se dirigió hacia donde provenía el llamado, y abrió, vio a un hombre alto, delgado, con un corte de cabello muy al ras, nariz respingada, con uniforme militar, acompañado de dos hombres un poco mas bajo que él.

—Disculpe, pero ¿qué necesita?—preguntó Guadalupe con un tono de inseguridad.

—Soy Owen Linner, el general mayor de la compañía militar estadounidense, y ellos son el sub oficial Jobbs y el Sargento Walker.

—Eh...—balbució la mujer—Mucho gusto, pero creo que se equivocaron de casa, buenos días—tratando de cerrar la puerta, pero una gran mano detuvo su acción.

—Soy el padre de la hija que tuvo Erica—dispuso Owen—Supe que ella falleció, por lo tanto, es mi deber hacerme cargo de ella.

Guadalupe no lo podía creer, ese era el hombre que abandonó a su mejor amiga, que abandonó a su suerte a Amalia casi por siete años.

—Así que tú eres el maldito que las abandonó—susurró entre dientes.

—¿Qué?—preguntó Owen

—Primero que todo, no puedes llegar y decir soy el padre y llevártela, segundo, su nombre es Amalia—reprochó la mujer

—Soy su padre, le dí mi apellido, y me la llevaré le guste o no—dijo el general entrando a la casa sin ninguna invitación—Búsquenla.

Guadalupe empezó a llamar a sus vecinos, diciendo que unos hombres habían entrado a robar a su casa, a lo que sus vecinos acudieron rápidamente con palos y sartenes. Todos los vecinos se agruparon y acorralaron a los tres hombres quienes los miraban con una pizca de diversión.

—Salgan de aquí, o quieren que los matemos aquí mismo—gritó un vecino.

Owen y los dos hombres comenzaron a reír.

—Por favor, no me hagas reír—dijo sonriendo—Son todos unos pobres ignorantes que no saben ni leer, no sé como pude dejar a esa niña tanto tiempo con esta gente.

El hombre quien amenazó a los tres hombres se dirigió a Owen con la intención de correrlo de la casa, pero Owen siendo más que rápido sacó su arma y le apuntó, le apuntó a todos los presentes, acto que repitieron sus dos secuaces.

—Nadie me levanta la voz, menos un tercer mundista como tú—escupiendo cerca de los pies del hombre.

Owen con la pistola apuntando a los vecinos, caminó hacia la puerta abriéndose camino, seguido por Jobbs y Walker. Antes de irse, le hizo una declaración, más bien una amenaza, a la mejor amiga de Erica.

—Ah, y tú—apuntando a Guadalupe—Vendré por la niña te guste o no, soy su padre legítimo, las leyes de este país así lo dictaminan, tengo su custodia ya que su madre murió—dijo para después desaparecer.

Guadalupe con el corazón en la mano, les dio las gracias a sus vecinos y se encerró bajo cuatro llaves dentro de su casa. Rezando para que Amalia llegara pronto, sana y salva. Y así lo hizo, Amalia llegó del colegio, muy contenta y entusiasmada por contarle todo lo que vivió.

—¡Tía, llegué!—gritó la niña

—Dios mío, gracias a Dios estas bien—dijo con mucha preocupación, tocando cada parte del rostro de la Amalia para asegurarse de su bienestar.

—¿Qué pasó?—dijo con dificultad ya que su tía la tenía contra su cuerpo.

—Es difícil de decirlo–sollozó la mujer.

—Tranquila tía—dijo con preocupación Amalia—¿qué pasó?

—Tu padre volvió

Solo al oír esas tres palabras, Amalia sintió como el coraje crecía dentro de ella, siempre pensó que si el hubiese estado, su madre aún estaría aquí, si solamente hubiera cuidado de ella, a pesar de tener tan poca edad sabia perfectamente que su madre se había dejado llevar por la tristeza cuando su padre las abandono.

—¿Qué quiere?

—Te quiere a ti mi niña, te quiere llevar con él—dijo llorando la mujer—Pero claro que no lo permitiré, nos iremos de aquí.

Amalia, sintió como su corazón se quebraba un poco debido a las palabras de la mujer, no podía imaginar que la separasen otra vez de una de las mujeres que más amo, y que mas la amó a ella. Guadalupe le ordenó que hiciera sus maletas rápidamente, se irían al sur, tenía unos primos, quienes la podrían recibir por un tiempo. Amalia le hizo caso y empezó a empacar, lo primero y más importante, la foto de su madre.

Ya se había hecho de noche, cuando las dos mujeres salieron de la casa, silenciosamente, a Guadalupe le dio mucha tristeza no poder despedirse de sus vecinos, que eran como su familia, pero su niña la necesitaba así que se secó las lágrimas, tomó de la mano a Amalia y siguieron su camino. Iban saliendo del condominio, cuando un arma apuntó en la cabeza de la mujer.

—¿A dónde crees que vas con mi hija?—Owen claramente las tenía vigiladas, mientras intimidaba a Guadalupe, le hizo una mueca a los dos sujetos que lo acompañaban, dando a entender que se llevasen a la niña.

—¡Tía, no dejes que me lleven!—gritaba Amalia

—¡No!—grito Guadalupe.

Al instante que la mujer se movió en dirección de la niña, Owen disparó, sin pensarlo.

—¿Tía?—susurró Amalia—No.. no.. no.. tú no.. no me dejes también.. por favor—decía mientras su tía la miraba tirada en el suelo.

—Mi niña, cuídate, pelea por lo que crees, no dejes que nadie te quite tu dulzura y tu pureza—apenas pudo decir la mujer antes de toser sangre y caer muerta en los brazos de su niña.

—Tía.. tía.. despierta.. noo.. mira ya vienen los vecinos a ayudarnos.. no te duermas ¿si?—dijo Amalia sorbando la nariz.

Owen al percatarse que claramente venían los vecinos, ya que al escuchar el disparo salieron preocupados, tomó a la niña y la llevo consigo a la fuerza, y la metió al carro, dejando el cuerpo sin vida de Guadalupe, la mujer que más ayudó, amó, protegió, y cuidó a su niña después de Erica.

—Denle algo para que duerma, no aguanto sus berrinches—dijo Owen viendo por el retrovisor.

Walker le inyecta un sedante a Amalia, quien rápidamente dejó de moverse, sin dejar de pensar en su tía, en su madre y en lo que estaba a punto de vivir.

The girl with green eyes [Druig]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora