sin escapatoria

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No había escapatoria, Amalia estaba entre luchar hasta el final o rendirse ante ese destino en donde le arrebatarían una parte de ella, una parte de su humanidad, de sus derechos, de su alma, de su corazón, ese corazón que ya estaba inestable después de tantos golpes, ese corazón que había jurado recuperar por su madre y su tía.

—Esperé tanto para esto—gimió el eterno en el oído de la castaña, mientras arrancaba la camiseta y brasier exponiendo los pechos de la chica—Eres hermosa.

Amalia sólo sentía asco y dolor, no quería eso, no quería que la tocara tan íntimamente, no lo quería a él, la frustración se apoderaba de ella mientras se movía eufóricamente para soltarse, pero no podía, era imposible, lo único que se ganó fue un golpe en la cara.

—¡Quédate quieta!—vociferó Ikaris mirando a los ojos llenos de lágrimas de la castaña, arrepintiéndose de su actuar—Lo siento, lo siento mucho mi niña, sabes que no te haría daño.

—Ikaris, si haces esto me harás mucho daño y ya no te querré ver nunca más en la vida—sollozó Amalia tratando de persuadirlo.

El eterno la observó de pies a cabeza, dándose cuenta de lo que estaba haciendo, la soltó de su agarre pero la tomó fuertemente del brazo.

—Tienes razón, no será hoy, será cuando no tengas más opción que suplicar para que seas mía, si no quieres estar conmigo por las buenas, será por las malas—dijo con un tono sombrío y espeluznante.

Amalia no sabía que decir, no podía gritar para pedir ayuda, y una pelea en contra de un eterno sería una estupidez, pero una estupidez que intentaría, así que le lanzó un golpe directo en la nariz y otro a su entrepierna, tomándolo del brazo para embestirlo en el piso, dejándolo adolorido por unos segundos, segundos que no desperdició y se lanzó a correr lo más rápido que pudo, hasta llegar a la gran puerta delante de ella, pero sintió como todo se iba abajo cuando escuchó la voz del eterno.

—¡Amalia!—vociferó por los aires.

La castaña siguió su camino, desesperada tratando de salir de allí, o ver a alguien que la ayudara, y para su suerte, como un canto de ángeles se escuchó una voz.

—¿Quién anda ahí?—preguntaron.

—¡Aquí! ¡Ayuda! ¡Por favor!—gritaba la castaña rogando ser escuchada.

—¡Señorita! Pero que..—se detuvo el guardia al verla semi desnuda.

—¡Me atacaron! ¡Hay que salir de aquí!—vociferaba mientras jalaba al guardia en dirección a la salida, pero una ráfaga de viento por delante de ellos los detuvo en seco.

—¿A dónde crees que vas con mi niña?—preguntó el eterno con un tono amenazante a lo que el guardia sacó su arma y le apuntó.

Amalia no sabía reaccionar, el miedo la tenía paralizada, nunca antes había visto a Ikaris así.

—Sólo vete de aquí y no digas nada.

—No me iré sin ella—dijo decidido el hombre sacándole el seguro al arma.

Ikaris ya no aguantaría más un acto de heroísmo y en un segundo ya tenía calcinada la cabeza de aquel hombre, por lo que el cuerpo cayó por delante de la castaña, quien estaba con los ojos y la boca más abiertos que nunca, no podía creerlo,  no podía reaccionar ante el cuerpo decapitado frente sus ojos, las lágrimas solo salían sin ningún impedimento, sentía como su corazón se salía por su boca, y cada rincón de su cuerpo estaba temblando, no tenía escapatoria.

Amalia Linner, este era tu fin.

—¿No crees que ya se demoró mucho?—preguntaba Bucky.

—Si, me estoy empezando a preocupar—respondió Nat—Hay que avisarle a los demás e ir a buscarla.

The girl with green eyes [Druig]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora