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"¿Sabes por qué el café sabe tan bien cuando le agregas azúcar, Gaia?"
Tras la muerte de Mike Zacharius, Gaia hace el intento por continuar con su vida cargando con el dolor de haber perdido al ultimo miembro que quedaba de su familia. Una ta...
Apenas cerrando la puerta de la casa, Levi acorraló a la ojiverde contra la pared más cercana para devorarle la boca haciendo que a ella se le cayera la canasta, el atardecer se veía por la ventana. Pronto llegaría la noche.
-Tienes prisa… - rio la ojiverde cuando el comenzó a buscar la caída de su vestido para adentrar las manos.
-Ya esperé demasiado – la verdad es que fue una tortura aguantarse el camino en carruaje hasta la casa, pero se negaba rotundamente a hacerlo en su lugar favorito y profanarlo.
Gaia esquivaba los besos que su amante trataba de darle – Al menos… déjame ordenar las cosas que ensuciam… ah… - jadeo cuando Levi le apretó un seno.
Este se alejó con mala cara, como enojado, y señaló la cocina con su dedo – Contaré hasta 20, y si no has terminado…
-¿Hasta 20? Estás loco.
-18 entonces.
-No, no, no, no, no – la fémina recogió la canasta y salió corriendo a la cocina para vaciar los trastes en el fregadero y comenzar a enjabonarlos con avidez.
Ella pudo haber terminado a tiempo, pero apenas estaba enjuagando la mitad cuando el Capitán cambió de opinión, y con una velocidad increíble, se acercó por detrás y abrió los botones de su vestido y lo bajó, aprovechando la sorpresa de Gaia le quitó el vestido interior de un tirón, dejándola en ropa interior.
-¡Oye, lo rompiste! – se agachó a ver la delicada tela rota, y la piel le ardía un poco debido al fuerte roce cuando le fue arrancada, se levantó a encararlo – Me quedaban 7 segundos.
-Silencio – el mayor se sentó en una de las sillas de la mesa, la jalo de un brazo para acostarla boca abajo sobre sus piernas y bajarle las pantys – Me has hecho enojar.
-¿Cómo dices…? ¡Ah! – chilló cuando la palma del pelinegro se estampó contra su trasero.
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Levi sujetaba a Gaia con una mano para que no se le cayese de encima y con la otra la castigaba. Bueno, era muy molesto estar excitado y que tu pareja quiera hacerse la chistosita e ir a lavar cuando la condenada erección esta por romperte los pantalones, no se lo iba a perdonar así nada más, necesitaba un castigo. Y honestamente, siempre quiso hacer esto.
-No me gusta – le dio otra nalgada, a lo que ella se volvió a quejar sobresaltándose.
-Ay!
-Que me cambies – otra nalgada.
-Ah!
-El tema – otra más.
-Au!
-Cuando estés conmigo, es conmigo. No con los malditos trastes, deja de ignorarme – diciendo eso, le dio tres nalgadas seguidas. En su interior, disfrutando el sonido que hacía su mano al chocar con la piel de ella.
