Capítulo Ocho; La mesa, un restaurante y la noche.
Karol S.
Siempre quise ser parte de algo importante. Creí que durante toda mi adolescencia crecí con un estándar de relación.
Quiero una relación como esas que muestran en redes sociales.
Quiero que mi novio vaya a mi casa, que hagamos cosas juntos, que nos contemos todo, que seamos básicamente el alma gemela del otro. Siempre crecí con la idea de entregarme al hombre de mi vida.
Creo que fallé en el intento.
Es decir, terminé teniendo sexo con un desconocido para mí, aún no he conseguido ese novio anhelado y mis vacaciones ya casi se acaban.
¿No es gracioso? Nada en la vida es como lo planeas.
Y eso puede ser un poco difícil para quienes nunca tenemos un plan b.
No soy buena para formular el plan b. Que mala suerte tengo.
Me llevo una nueva cuchara de helado a la boca viendo a la gente pasar a través del ventanal. Gracias a la hora, son muy pocas personas.
Pero, desde el segundo piso, es más agradable ver a las personas pasar.
Estoy en el restaurante de Ruggero en uno de esos famosos apartados, con las cortinas cubriendo el lugar y una tenue luz iluminando el lugar.
Voy a extrañar estar aquí.
Pero, también estoy emocionada por volver. Quiero estar ya con mi familia.
Ya extraño a mi mamá, extraño que me regañe y que nos vayamos juntas de paseo. Es que sin mi madre me muero.
Estornudo sorbiendo mi nariz.
Hasta me voy a agripar.
—Aquí tienes. —le sonrío a Ruggero cuando deja más helado frente a mí.
Retiro la copa de la mesa y tomo la nueva tomando un poco más de helado llevándolo a mis labios. Le miro sin saber qué decir exactamente.
Es la primera vez que me cita en un lugar que no sea su casa. Es la primera vez que no estamos teniendo sexo después de que comenzamos a llevarnos medianamente bien.
—¿Me dirás para qué me llamaste?
—Sí, mañana te vas. —comenta casualmente.— ¿No planeas hacer una fiesta de despedida?
—No, para nada. —me río llevándome más helado a la boca.— Está bueno, necesito el nombre para cuando regrese a México.
—Dudo que lo encuentres porque este helado se hace en la heladería de aquí en la esquina. Pero quiero verte intentando.
Relamo mis labios desilusionada, él acerca su mano a mi rostro y limpia el rastro de helado de la comisura de mis labios. Sonrío.
Nos quedamos en silencio, me deja disfrutar de mi helado y revisa su teléfono tecleando en este. Hasta que carraspeo llamando su atención.
—¿Me vas a extrañar? Seguro que si. No hay ninguna otra niñita tonta que alegre tus días. —digo con orgullo.
—No, no te voy a extrañar. Voy a descansar de ti que es diferente. —recalca. Sonrío.
—Admite que conocerme fue lo mejor que te pudo haber pasado este mes.
—Solo si me prometes no enamorarte.
Una carcajada brota de mis labios y de pronto estoy teniendo un ataque de risa que le contagia.
Que me enamore de él...

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Miente Para Mí
FanfictionLuces feliz, tanto que sacrificaría mi vida para que lo seas a mi lado.