XX

573 98 20
                                    

Capítulo Veinte; Desde la noche hasta el amanecer. Parte II.

Karol S.

Me estiro en la cama soltando un bostezo. Siento la luz del sol golpear mi rostro y protesto cubriéndome con las mantas.

Siento el ligero ardor en mi entrepierna, pero, lo satisfecha que me siento no lo cambio por nada.

Tuve la mejor noche de mi vida sexualmente hablando. Y la felicidad que siento lo confirma.

Si, estoy cansada.

Pero cansada y satisfecha a niveles supremos.

Estiro mi mano en busca de mi teléfono. Mi teléfono...

¡Carajo!

De inmediato me siento en la cama cubriéndome con las sábanas. Ya no hay nadie a mi lado.

Pero en la mesita de noche tengo la nota pegada sobre la lámpara.

Llámame.

Y su número anotado le da el toque.

Ese toque que necesito para saber que...

¡Dejé mi teléfono en el maldito privado!

De inmediato me pongo de pie y me visto soltando maldiciones a diestro y siniestro por la mierda tan estúpida que tuve que olvidar.

Estaba tan emocionada y excitada que olvidé mi maldito teléfono.

Me detengo frente al espejo y recojo mi cabello que es un jodido desastre. Lo sujeto en un moño aún más desordenado de lo que ya era y salgo de la habitación sujetando mis tacones.

Y mientras cierro la puerta, veo a Ruggero salir de la habitación de enfrente.

Nuestras miradas conectan sus ojos de inmediato bajan analizando mi apariencia. No pierdo la oportunidad de hacer lo mismo con él.

Su camisa desabotonada dejando a la vista su pecho desnudo con un chupetón de adorno, su cabello despeinado y sus labios ligeramente hinchados. Ha besado demasiado al parecer.

Oh, y no pasa desapercibido para mí que tiene mi cartera en mano.

Nuestras miradas vuelven a conectar. Muerdo mi labio inferior.

Y de repente ambos estamos riendo.

Niego sin poder creerlo mientras me apoyo en la puerta.

—¿Qué hicimos, Ruggero? —pregunto despegándome de la puerta. Se encoje de hombros.— Tenemos que volver.

—Totalmente de acuerdo. —asiente tendiéndome la cartera.— Olvidaste esto ayer.

—Gracias, creí que lo había perdido, y estaba entrando en crisis.

Sonríe, yo tomo mi cartera y la pongo sobre mi hombro mientras analizo la posibilidad de ponerme mis tacones. Pero no, la verdad, estoy más cómoda así.

—¿Dónde estamos? —pregunto sujetando con fuerza mis tacones.— ¿Conoces este lugar?

—Nunca había venido, pero, no me quejo. Y no tengo ni la menor idea de dónde estamos.

—¿Te divertiste?

—No tanto como tú al parecer.

Su mano va a parar a mi cuello y brinda una leve caricia con su pulgar a cierta área. Carraspeo.

Si, alguien se emocionó demás anoche.

—Tú tampoco la pasaste tan mal. —señalo la marca en su cuello.— ¿Ella sigue ahí?

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora