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Capítulo Cinco; ¿Por qué lastimas los tuyos si puedes morder los míos? Parte II

Karol S.

Relamo mis labios sintiendo el peso de esas palabras, de todo lo que dijo, de su respiración tan cerca de la mía...

Parece que ni siquiera he respirado después de lo que dijo, muerdo mi labio inferior mientras mis ojos recorren su rostro. Que guapo que es.

Y si, ya sé que estamos hablando del chefcito malhumorado, pero, desde que sonrío, las cosas han cambiado. Si, hace horas solamente.

—Sueñas si piensas que yo voy a besarte.

Sonrío, subo mis dedos desde los suyos hasta su hombro y finalmente a su rostro dónde marco su mandíbula. Sonrío echando mi rostro hacia atrás.

—Necesito usar el baño, ¿Puedo?

Sin dejar de mirarme asiente.

—La puerta de ahí.

Agradeciéndole asiento y me encamino hacia esa puerta. Me adentro al baño y no tardo en plantarme frente al espejo.

Mis mejillas parecen dos tomates de lo rojas que están. Y mis pensamientos no son del todo claros. Solo sé que desperdicié la oportunidad de besarle.

¿Pero en qué estaba pensando?

Soy una tonta.

Estaba tan cerca de mí...

Tanto que podía haberlo besado como quisiera.

Pero, tomemos en cuenta que no soy experta besando, la última vez que lo hice fue, no sé, ¿A los quince? Y ni siquiera fue un beso de verdad.

Fue un simple roce de labios que me dejó traumada.

Un pésimo intento de beso.

—¿Estás bien?

Me sobresalto escuchando la tan familiar voz. Relamo mis labios.

Esto es...

—Sí, estoy bien. —carraspeo abriendo la llave de agua.— Solo necesito unos minutos.

No responde. Pero supongo que se está alejando así que me limito a lavarme la cara antes de salir.

Cómo no hay nadie más dentro de esta habitación me decido a caminar fuera.

Y, la vista que obtengo, me sorprende un poco. Aunque bueno, no mucho.

Era de suponerse que este malhumorado iba a tener un estilo tan... Él.

Me pregunto cuántos años tiene.

Termino por bajar y entrar a la cocina. Le veo prepararse un té y me cruzo de brazos. Lo que digo, es todo un anciano.

—¿Todo el día tomas té?

Mi pregunta le hace voltear, niega riendo.

—No es para mí, es para ti.

Me extiende la taza, sonrío tomándolo.

Y aunque no soy muy fan de los té medicinales, termino dándole un sorbo.

Me gusta.

Me siento en una de las sillas de la isla y le doy un nuevo sorbo a mi café analizando todo con la mirada. Siempre he creído que el blanco le da el toque de elegancia a todo. Y no me equivoco.

Me gusta, esta casa me gusta mucho.

—¿Puedo preguntar algo?

Mi pregunta hace que asienta en la espera de lo que diré. Relamo mis labios.

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