XXXII

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Capítulo Treinta y Dos; Dejo mi vida en manos de la tuya.

Ruggero P.

—¿Te ayudo con eso?

Mi mirada encuentra la de Camila, la suya va a parar a los botones de mi camisa y una sonrisa adorna mi rostro.

Una parte de mí debería sentirse mal, debería estar arrepentido.

Debería...

Pero es que no puedo.

No después de haberme sentido completo por primera vez en la vida. No después de haber estado con la mujer de mi vida.

—Está lloviendo, ¿Seguro que quieres irte así?

—Debería. —suspiro tomando las llaves del auto.— ¿Te llevo a tu casa?

—No, me quedaré aqui y más tarde me voy, así nadie sospechará al vernos entrar y salir juntos.

—Camila, respecto a lo de hoy...

—Lo de hoy fue perfecto sin importar la situación. —me corta poniendo su dedo sobre mis labios.— Vamos a encontrar la solución, mi amor. Porque no me vas a dejar, ¿Verdad?

—No podría.

Subo mis manos a sus mejillas y acerco mis labios a los suyos dejando un último beso que quisiera que jamás termine. No me quiero ir.

—Veámonos hoy, aquí mismo. —propone.— Andrea y el papá irán de paseo, de tres a cinco.

—Okey. —accedo.— Nos vemos aquí.

—Tres en punto, ni un minuto más o estarás en problemas, Ruggerito.

—Ni un minuto más, señorita.

Dejo un último beso en sus labios y me alejo caminando hacia la puerta.

Abandono la habitación, camino hacia el estacionamiento y me decido a por fin encender el teléfono cuando estoy dentro del auto.

Tengo muchos mensajes y llamadas perdidas de Karol, muerdo mi labio inferior abriendo los mensajes.

Son muchos, algunos bastante largos y prefiero pasarlos por alto. No tengo ganas de leer en este momento.

Solamente leo los dos últimos mensajes.

Oye, en serio. Sé que no me he portado del todo madura, pero no me gusta que no vengas a dormir. (00:57 a.m)

¿Estás bien? Me preocupas, tonto. Déjame disculparme contigo. (1:59 a.m)

Soltando un suspiro dejo el teléfono sobre el asiento y comienzo a conducir hacia la casa.

¿Tengo ganas de llegar? No.

¿Qué voy a hacer o decir? No sé.

Realmente no sé.

Son las dos y seis de la madrugada cuando entro a la casa, todo está perfectamente ordenado y supongo que Karol aún duerme. O eso creí hasta que al entrar a la habitación la veo sentada frente al computador.

Otra vez haciendo tareas...

Da igual, hoy no trabajo y podré dormir hasta tarde.

Levanta la mirada y reconozco sus ojos llorosos. Oh genial...

—¿Qué tienes?

—Reprobé. —solloza tomando su rostro entre sus manos.— No puedo pasar a la tesis, estoy reprobada.

Oh...

—Lo siento mucho. —musito caminando hacia el armario.— Pero no importa, vas a pasar las materias y pronto estarás haciendo tu tesis.

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