XV

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Capítulo Quince; Los errores se corrigen.

Ruggero P.

Estoy cansado de caminar y un poco resfriado, hacia mucho frío.

Pero, al menos pude despejar mi mente y pensar muy bien las cosas. Llegando a la conclusión más obvia.

Estoy cansado de esto, de los problemas, las discusiones, de todo.

Ahora, ¿Tomé una decisión? No, por supuesto que no. No tomé ninguna decisión de nada.

Simplemente concluí mi cansancio y ya. No pensé en más.

Ingreso a la casa escuchando voces demás. ¿Mamá invitó a alguien y no le enteré?

Me detengo en la entrada a la cocina sintiendo el dolor de cabeza volver cuando veo a Camila parada junto a mamá. Ambas se ríen como si él mejor chiste de la historia les fue contado.

Maldigo internamente.

Lo que me faltaba.

—Llegaste.

Leonardo hace acto de presencia llamando la atención de las dos mujeres. Mamá me sonríe.

—Mira quien vino a cenar.

—Sí, ya me di cuenta. —musito despegándome de la puerta.— ¿Y papá?

—Le está enseñando su reserva de vinos a Andrés.

—¿Andrés?

—Mi esposo.

La respuesta de Camila me hace asentir, no sabía que el causante del accidente de Karol se llamaba Andrés.

Escucho la infantil carcajada que interrumpe mi respuesta. Mi mirada cae en la niña que juega sola en medio de la sala.

—Es preciosa. —dice mamá.— Y desde ya es mi nietecita.

—Sí, es muy tierna. —admito finalmente.— Yo voy a... Sí, adiós.

No he encontrado excusas para irme pero de que me largo, me largo.

Muy bien, es el momento perfecto para decir que Karol tiene que volver por problemas en la universidad. Así nos liberamos de esta.

—Oye, espera. —me detengo ante la petición de Camila.— ¿Es que no vas a saludar a tu mejor amiga?

Mi tentación a decir Valentina no está aquí es grande. Pero en lugar de eso solo sonrío tenso y correspondo su abrazo sin darme tiempo de nada.

La alejo exactamente cinco segundos después, rasco mi nuca confundido.

—¿Y Karol?

—Papá dijo que no la molestemos. —avisa Leonardo.— Quería que conozca a Camila pero papá no me dejó ir por ella.

—Así que te vas a casar. —musita Camila.— Sigo sin poder creerlo.

Si, yo tampoco lo creo.

De hecho, creo que no va a suceder.

Si fui yo tomando una precipitada decisión que me está pasando factura.

Pero, aún solo sonrío y encogiéndome de hombros digo;

—Es una gran mujer.

—Hermosísima. —completa mi mamá.— No sabes, Camila. Esa niña es todo lo que mi hijo necesitaba. El cambio que Ruggero dió al conocerla fue realmente bueno.

—Sí, dejó de ser un amargado. —apoya mi hermano.— Mi cuñada es la mejor.

Si, claro.

Si realmente la quisieran tanto, no habrían traído a Camila.

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