XIII

559 117 65
                                        

Capítulo Trece; No es el momento ni el lugar adecuado.

Ruggero P.

—Abre.

Toma una papita llevándola a mis labios y la recibo entre risas mientras reviso la pantalla de mi teléfono cuando esta se ilumina.

—Estamos a una hora de llegar y mi mamá ya se puso nerviosa. —musito dejando el teléfono sobre mi muslo.— No comas tanto, te harán comer cuando lleguemos.

Se lleva una papita a la boca asegurando que estará lista para eso antes de abrir un juguito. Acerco la pajita a mis labios dejando que beba un poco.

Nos hemos tardado en viajar gracias a la velocidad en la que vamos. Y porque estamos más concentrados en reírnos y ver la película que se reproduce en la pantalla del auto.

Podría viajar así toda la vida. Ella está feliz, lo sé por la manera en la que se ríe por cualquier cosa que pasa en la película.

A pesar de que tuvo que despertarse a la cinco. Al menos se bañó ayer para evitar mojarse esta mañana.

Se cubre con la manta. Son las seis y media y juro que aún tiene sueño. Apuesto lo que sea.

Así que sí, mi silencio y la película de fondo hacen que se quede dormida en solo unos minutos de viaje.

Lo intentó. Realmente intentó estar despierta todo el viaje pero no pudo.

Es pésima para viajar. Ahora lo tengo claro.

Cambio la película por algo de música o terminaré dormido yo también.

Y el resto de mi viaje se basa en vigilar que Karol duerma en una posición cómoda y de que no se le riegue el jugo que tiene en la mano y que se niega a soltar.

Son las siete y cuarto cuando por fin estaciono en la casa de mis padres y toco el claxon anunciando nuestra llegada. Centro mi atención en Karol comprobando que sigue dormida y que su mano comienza a aflojar el agarre que tiene contra el jugo.

Se lo quito dejándolo en el portavasos y me bajo del auto caminando hacia su puerta. Veo a mi hermano salir.

—¿Karol también vino? —se muestra impresionado.— Dijiste que no vendría.

—Al final si pudo. —musito abriendo la cajuela.— ¿Me ayudas?

Asiente tomando ambas maletas, cierro la cajuela y me acerco a la puerta de Karol abriéndola. Sigue dormida.

¿Es que no se despierta con nada? He hecho en serio mucho ruido.

Tomo su bolso colgándolo en mi hombro y con cuidado me acerco a ella sacándola del auto. Dormida pesa más.

Cierro la puerta con mi pie y escucho como todas se bloquean a la vez.

—¿Llegamos?

Su susurro me hace reír mientras le digo que sí, abre los ojos comprobando que es cierto y vuelve a cerrarlos mientras esconde su rostro en mi cuello.

Su respiración me causa cosquillas.

—Ya están aquí.

Leonardo anuncia nuestra llegada y veo a mis padres salir. Presiento los gritos y reclamos de mi mamá porque no llegué antes o algo por el estilo.

Pero su mirada se centra en Karol que duerme entre mis brazos y sonríe.

—Llévala a la cama, debe estar muy cansada.

—El cansado soy yo, pesa. —me quejo comenzando a subir las escaleras.

Escucho su risa, con suerte llego a mi habitación y dejo a mi novia en la cama cubriéndola con su manta. Ella suspira abrazando una almohada.

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora