XXXIV

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Capítulo Treinta y Cuatro; Realmente te odio, pero te amo.

Karol S.

El silencio nos consume.

Ninguno dice nada, ninguno se mueve, solo estamos sentados frente a frente. Él juega con las llaves del auto, yo abrazo mis rodillas.

¿Irme? Nunca cuestioné el irme para hacer que la relación funcione.

¿Estoy dispuesta?

No sé, realmente no sé.

Pero tengo miedo.

Y demasiadas ganas de gritar porque he hecho demasiado aunque él ni siquiera lo haya notado. Quiero entender qué pasó y por qué.

—Esta noche es la gala de tu amiga. —susurra.— ¿Quieres ir?

—Quiero hacer lo que sea que tú hagas. —susurro con la mirada perdida.— Lo que sea que tú decidas está bien para mí.

—Pues en ese caso... ¿Vamos a comprarte un bonito vestido?

Asiento, él se pone de pie y extiende la mano hacia mí. La tomo.

Y duele.

Duele no sentir nada como antes. Duele que su contacto ya no me guste. Duele que ahora me dé miedo.

Duele que ahora las cosas sean así.

Aprieto los labios siguiéndole hacia la habitación mientras me habla de la gala y un montón de cosas que no soy capaz de entender.

No me importan.

Me bañé esta mañana así que me limito a ponerme un abrigo mientras él se alista para salir.

Veo su teléfono en la mesita de noche. Me acerco tomándolo.

Ya no es la misma contraseña.

Y en la pantalla de bloqueo puedo ver solamente un mensaje de Camila.

¿Es lo que quieres? Perfecto, así será entonces.

Muerdo mi labio inferior.

¿Así será qué? ¿De que está hablando?

No comprendo nada.

Bloqueo el teléfono y lo dejo en su lugar cuando Ruggero sale del baño, me pongo de pie guardando mi teléfono en mi bolsillo.

Toma sus cosas y me deja salir primero.

Subimos al auto, revisa su teléfono primero.

Y su gesto al leer probablemente el mensaje de Camila, me hace saber que algo está mal. Algo le duele y no es nuestra situación.

Cierra los ojos, respira profundo y lanza el teléfono dentro de la guantera antes de cerrarla y comenzar a conducir.

Me abrocho el cinturón y me trago el cúmulo de sentimientos que me queman el pecho para sonreír y mirarle.

—¿Podemos volver a casa temprano? Es sábado, estaba pensando que podemos retomar nuestras noches de películas.

—No hay película que no hayamos visto ya. —musita doblando en la esquina.— Aparte es la gala de tu mejor amiga, no puedes solamente asistir por un momento y ya.

—Clara y yo discutimos.

—¿Por qué?

Estoy tentada a decirle que fue porque ella quiere que vaya al psicólogo, dice que tengo dependencia emocional y que nuestra relación no tiene sentido. Pero quiero evitarnos una pelea así que solamente me encojo de hombros.

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora