XXXV

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Capitulo Treinta y Cinco; No hables de lo que no tienes.

Karol S.

—Llegaron, creí que no vendrían.

Me bajo del auto saludando a Antonella con un abrazo antes de adentrarme a la casa en busca de una sola persona.

Necesitaba hablarlo con alguien, por eso traje a Ruggero hasta Pescara con la excusa de que tiene que ser un buen hijo y tiene que visitar a sus padres. Aunque eso no es del todo falso. Realmente tiene que ser un buen hijo.

Ya que no puede ser un buen novio, mínimo que sea un buen hijo.

Bueno para nada.

—Hola, Leo.

Paso detrás de él despeinando su cabello.

—Hola, cuñada. Papá dijo que te esperaba en el jardín.

—Gracias, eres un sol. Nunca cambies. —me detengo a medio camino para mirarle.— En serio, no cambies. Nunca. Por nada.

—¿Okey? —se ríe.— ¿Estás bien?

Pues...

Me encojo de hombros antes de salir hacia el jardín y cerrar la puerta a mis espaldas. Camino hacia Bruno que se encuentra sentado debajo del árbol leyendo un libro.

Le sonrío antes de sentarme frente a él. Suspiro profundo, retengo el aire en mis mejillas.

—¿Por qué tenías tanta urgencia de hablar conmigo, pequeña?

Cierra el libro, niego pidiéndole que centre su atención en el libro. No quiero que nadie se de cuenta de que estamos hablando. No es conveniente.

No si no quiero que nadie se entere.

—Es que hay mucho que tengo que contar y quiero que usted sea consciente de lo que haré para no ganarme su odio después de hoy. —musito pasando mis brazos debajo de mis rodillas.

Impresionado me mira por leves segundos antes de volver a su libro. Pasa de página.

Suspira profundo.

—¿Ruggero?

—Y Camila. —completo.— Me está siendo infiel con ella.

—¿Qué dices?

—Por favor no se enoje. No ahora. —casi suplico mirando hacia la puerta del jardín.— Siempre sospeché que algo así podría pasar, es decir, desde que ella llegó, él es otra persona. Una persona que me asusta.

—¿Te llegó a golpear?

—No, nunca. —prometo haciendo que sus facciones se relajen.— Pero sí gritaba, insultaba, minizaba mis sentimientos... Detesto a Ruggero.

—Karol, ¿Por qué no me dijiste esto antes?

—Porque tengo dependencia emocional de un italiano de casi veintinueve años que no ha hecho más que romperme. —susurro evadiendo la mirada.— Pero estoy cansada.

Siento el nudo formarse en mi garganta, bajo la mirada.

Y de repente estoy llorando.

Maldigo tomando mi rostro entre mis manos.

Pero me esfuerzo por no llorar. Limpio las lágrimas que se me escapan y carraspeo.

—Estoy cansada porque es cada vez más evidente, porque lleva semanas sin llegar a dormir, su perfume está impregnado en cada maldita prenda, sus labios manchan sus camisas... Porque la llevó a casa mientras yo estaba en la universidad.

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora