XII

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Capítulo Doce; No me gusta admitir que estoy mal.

Karol S.

—Necesita solamente reposo absoluto por cuarenta y ocho horas y comidas ligeras. —el doctor explica. Ruggero asiente sentado a mi lado.— Nada de disgustos en lo que tú estómago sana.

Me señala, asiento mirando el cateter en mi mano. Duele un poco. Y con la enferma que no encontraba mi vena y me pinchó mal un montón de veces, siento que voy a terminar con muchos moretones.

—En cuánto se acabe el suero dentro de unas dos horas, podrán irse. —continúa diciendo el mayor.— No olviden el reposo. Descansa.

Le sonrío, se aleja revisando al resto de pacientes en otras camillas y suspiro apoyándome en el respaldar de la mía.

Es solo una infección estomacal. Nada de otro mundo.

Algo con la úlcera según escuché. Pero estaré bien.

—¿Necesitas algo?

Niego mirando a Ruggero que asiente sin mirarme.

—Te voy a acompañar hasta que el suero se acabe y después te llevo al departamento de tu amiga.

¿Al departamento de Clara? ¿Y por qué no vamos a casa?

Oh, ya...

Lo de no querer casarme no iba en serio.

Claro que quiero casarme. Pero tengo miedo.

—¿Por qué te enojas si de todos modos eres tú el que no me quiere? —susurro y su mirada encuentra la mía.

—Debes estar bromeando.

—No, lo digo en serio. No me quieres, y al diablo si sueno insegura pero es cierto.

—Creí que te habías ido porque te grité.

—No mucho, yo te grito siempre. —admito bajando la mirada.— Me fui porque le das largas a la boda y porque no quieres casarte ya que amas a otra.

—No, realmente tienes que estar bromeando. —bufa acariciando su sien.— ¿De dónde sacas algo tan estúpido?

Estoy tentada a decirle que lo saqué de los videos en su computadora pero eso solo empeoraría las cosas así que solo me encojo de hombros. Él suspira.

—Karol, siempre te he dicho si algo me molesta, nunca me he callado lo que siento, espero que hagas lo mismo.

—Es que... —suspiro.— Ví los videos en tu computadora.

—Karol...

—Y sé que amas a Camila. Le prometiste no enamorarte de nadie más. La amas a ella. Estás esperando que vuelva, yo sobro en la ecuación, ¿No te das cuenta?

—Si, me doy cuenta de que estás enloqueciendo por algo estúpido. —recalca la última palabra.— Pasaron años de eso, ¿Cómo voy a pedirte matrimonio sí amo a otra? ¿Es que alguna vez yo te he mentido?

Me encojo de hombros, su suspiro se escucha y yo bajo la mirada.

Esto no es gracioso ni mucho menos. Es doloroso.

—Mira, si realmente quieres casarte, no lo hagamos, si quieres terminar, terminemos. —se encoje de hombros.— Pero que quede claro que no fue por mí. Yo si quiero casarme, yo sí quiero estar contigo, pero si tu decisión es otra, no me voy a oponer.

—Pero...

—Y no uses a Camila como excusa. Me duele que ya no esté, me duele muchísimo que se haya ido. Pero no porque la quiero como algo más que una amiga, me duele porque la diferencia entre la Camila que se fue y la Camila de ahora hay una diferencia abismal.

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora