Miente Para Mí

Extra

Extra; El tiempo pone las cosas en su lugar.

¥Dos años después, Roma - Italia¥

Ruggero P.

—¡Basta, Camila!

—¡Basta tú, Ruggero! ¡Y deja de gritarme!

Aturdido me apoyo en la mesa con la clara intención de dejar de discutir aunque evidentemente eso no funciona cuando la tengo a mis espaldas gritando como una jodida loca.

Y es aquí cuando me pregunto...

¿Por qué creí que elegir esto sería una buena idea?

No estamos listos.

Ni como matrimonio estamos listos para estar juntos, ni como personas estamos listos para adoptar. Simplemente no.

Dos años.

Hemos durado solamente dos años casados y me es imposible no pensar que he cometido un error con cada jodido día que pasa.

Y hoy se supone que tenemos la cita en el centro de adopción con los psicólogos. Evidentemente no tenemos que ir.

No tiene sentido.

Un psicólogo nunca va a aceptar que adoptemos si nota las jodidas brechas entre nosotros.

—Y ya cálmate. —finaliza su griterío.— Iré a terminar de alistarme, espérame en el auto.

—No vamos a ir.

—No pregunté, Ruggero. —advierte.— No pregunté.

Evito decir algo al respecto o comenzar a gritar, solo suspiro profundo y cuento hasta veinte el voz alta antes de alejarme caminando hacia el jardín. Paso por la pequeña bodega antes de subir al auto.

Ya que estaremos fuera de casa, puedo buscar las cosas que necesito, mismas cosas que estaban anotadas en una lista que Leonardo dejó por aquí el otro día.

Es realmente extraño que no familia nos visite. Así que realmente disfruté el día que vino.

Aunque no duró mucho porque sus diferencias con Camila son aún mayores y prefiere no estar cuando ella está.

Y como Camila no hace más que estar en casa y negarse a ver a Andrea, la situación es clara. Mi familia no viene nunca.

Si el simple hecho de que hayan asistido a la boda fue un milagro. No podía esperar más de ellos.

Aunque bueno, tampoco es como si deseara que vengan a discutir con Camila.

La situación es tensa desde cualquier punto del que se vea.

Aparto un par de cajas que estorban mi camino mientras internamente me recuerdo tirar lo que ni siquiera sé qué es antes de tomar la lista. Sacudo el polvo de esta mientras abro una caja al azar.

Hay muchas cosas aquí.

Y el nombre de la caja lo deja claro.

Mudanza.

¿Qué jodida mudanza? No he hecho ninguna si al final ni siquiera vendí la casa.

Y no, no quiero sermones moralistas acerca de cómo metí a mi esposa en la casa que por años fue de la mujer que seguramente me sigue odiando a este punto de nuestras vidas.

Me pregunto qué fue de su vida.

Pocas veces supe que venía a Italia ya sea de vacaciones o por eventos importantes en la vida de su amiga y su ahijada. Pero mucho no puedo decir si perdí el contacto con todos.