XI

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Capítulo Once; ¿Es normal que duela tanto?

Karol S.

Todas las parejas discuten...

Todas las parejas tienen malas rachas. Esto no es personal.

Esto no solo nos pasa a nosotros...

Esto no...

Uff...

Termino de peinarme frente al espejo escuchando a Ruggero moverse por la habitación.

Un día después de la “pelea” no hemos vuelto a hablarnos. Y mis ganas de gritarle que es un estúpido están carcomiendo mi pecho.

Suspiro profundo apagando las luces del baño, salgo de este y me siento en la cama tomando mi teléfono. Le veo tomar su cargador y caminar hacia la puerta.

Y de nuevo no va a dormir aquí...

Relamo mis labios.

Idiota.

Respondo los mensajes de Clara y mi hermano que pregunta insistentemente cuándo van a saber más de la boda. Sé que quiere colaborar, pero, esa no es una idea que a Ruggero le agrade.

No le gusta “la diferencia económica” entre ambas familias. Así que sí, dijo que va a pagar la boda él. A como él se acomode.

Lo que significa que hay cosas que mi mamá quier y no van a ser posibles. Como la boda en México por ejemplo.

Pero bueno, supongo que tiene sentido. Después de todo en una relación siempre hay que tener en cuenta que la opinión de ambos cuenta, no más.

Supongo.

Dios, es que no quiero hablar con nadie.

La puerta de vuelve a abrir, Ruggero se para en el umbral de la puerta y sostengo su mirada sin decir nada. Él suspira.

—Ven a cenar.

—No quiero.

—Karol, ven a cenar. —repite y niego otra vez.— Te voy a llevar a la fuerza.

—Hazlo, no sería la primera vez que me faltas al respeto de todos modos.

Su gesto sé endurece, me cruzo de brazos. Por su jodido bien espero que no vuelva a gritarme o esta noche la policía hará el levantamiento de un cadáver y no diré de quién.

Arqueo una ceja cuando se acerca y me toma del brazo haciendo que me ponga de pie. Me suelto de su agarre negando.

No quiero comer.

Contengo un grito cuando me carga sobre su hombro sacándome de la habitación. Baja a la cocina y me baja dejándome frente a mí silla. Intento salir de la cocina pero me detiene haciendo que me siente.

—No te vas a ir de aquí hasta que hayas comido. —me hace saber dejando el plato frente a mí.— Me importa un carajo que hayamos peleado, tienes que comer.

—Déjame.

—No hasta que comas.

—Déjame. —insisto sintiendo mis ojos arder.— Y si tanta hambre tienes, come tú entonces.

Me pongo de pie saliendo de la cocina, escucho sus llamados pero me encierro en la habitación poniéndole seguro a la puerta. De ninguna manera voy a comer.

Y no se trata de la discusión, se trata de lo que ví antes de eso.

Ella, la tal Camila era perfecta.

Ruggero dijo que la amaba sin titubear.

Ruggero le dijo que era el amor de su vida y que no amaría a nadie más para no separarse de ella.

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora