XXXVI

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Capítulo Treinta y Seis; Recuerdos con sabor a dolor.

Karol S.

—¡Mi amor, mi amor, mi amor!

Una risa brota de sus labios cuando siente mis pequeños brazos —según él— rodear su cuello a la vez que mis piernas envuelven su cintura. Busco sus labios para dejar un beso en estos.

Me deja en el piso y presiona sus labios sobre mi frente haciéndome sonreír.

Me hace bien que haya venido. Después de todo, no pudimos vernos en toda la semana. Y eso hace que hayamos acabado planeando vernos todo el fin de semana.

Detesto tanto vivir en una residencia de señoritas. No está permitir meter hombres.

Tontas reglas.

—Que bonita te ves, mi amor.

Intento sonreír pero un estornudo me gana y su exclamación de ternura me hace fruncir el ceño.

¿Cuántas veces tengo que repetirle que mis estornudos no son tiernos ni chistosos?

Son solamente estornudos.

—¿Estás lista? Te cociné algo rico y preparé muchas películas para que las veamos.

—Sí, guardé todo lo que... —otro estornudo.— ... Necesito.

—No puedo con tus estornudos. —se ríe pasando sus brazos por mi cintura.— Te ves preciosa. ¿Te hiciste algo?

—¿Lo notaste?

No puedo evitar mostrar mi emoción. Me gusta que note hasta los más pequeños cambios en mí. Esos cambios que hago pensando en él.

No son para él exactamente. Pero me gusta que me preste atención.

Sería su niñita tonta toda la vida.

De hecho, no sé por qué me gusta que me diga así. Pero cada vez que lo dice, algo se remueve en mi interior.

—Oh, son tus cejas.

—Sí. —asiento.— Clara me llevó a una estética y me recomendaron hacerme micro... —hago un mohín.— No recuerdo cómo se llama.

—No importa, te ves preciosa.

Me envuelve en sus brazos. Sonrío estirándome a besar sus labios.

Vuelvo a estornudar, se quita la chaqueta poniéndola sobre mis hombros antes de abrirme la puerta del auto.

Me subo y dejo mis cosas en la parte de atrás viéndole subirse. Pacientemente espera a que me acomode y se inclina abrochándome el cinturón de seguridad.

Arrugó la nariz.

Que bonito.

—¿Traes golosinas contigo?

Niego. Él besa mis labios haciéndome reír.

—¿Qué tienes con besarme cada vez que me tienes cerca?

—Shhh. —susurra sobre mis labios.— Nunca me cansaría de besar a esta niña tan bonita. ¿Ya te había dicho que eres hermosa?

—No.

—Pues perdona mi falla. —entierra su rostro en mi cuello.— Señorita, es usted hermosa. Estoy profundamente enamorado de usted. Por favor, no piense en abandonarme o estaré muy deprimido.

—¡Ruru!

Una carcajada brota de mis labios y él besa mi mejilla robándome un suspiro.

—Oye, ¿Te cuento un secreto?

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora