II

655 109 44
                                    

Capítulo Dos; El que no arriesga, no gana. Parte I

Ruggero P.

—¡Ya te dije que creí que era una de tus locas conquistas que se niegan a dejarte ir!

—Y yo ya te dije que te estás lamentando por nada.

Le doy un sorbo a mi té caliente, ella rueda los ojos.

A veces me pregunto por qué le sigo aguantando si por todo hace un drama diferente. Esta rubia es lo más cercano que tengo a una hermana menor.

Pelea conmigo, me da consejos cuando los necesito, siempre busca mi protección... La adoro.

Aunque la parte que no adoro es la cercanía que ella tiene con Agustín, uno de mis mejores amigos. Me hace sentir excluido cuando salimos solamente los tres juntos.

Lo que pasó ayer es un gran ejemplo.

Salir sin Gastón implica salir con dos locos que al parecer siempre tienen las hormonas por los suelos. Fueron solamente dos minutos que me alejé, y esos dos minutos bastaron para volverme a encontrar con... La niñita molesta.

Es realmente molesta, no miento, es la pura verdad.

—Ruggero, ¿Algún día vas a perdonarme?

Dejo de beber mi té para mirar a Valentina sin expresión alguna en mi rostro. Gastón deja ante ella el desayuno y sonríe antes de volver a mirarme.

—No fue intencional, Rugge. Jamás alejaría a tus conquistas sanas sin antes consultarte.

—¿Y qué más?

Me llevo la taza a los labios de nuevo, rueda los ojos.

Cree que la niñita molesta me gusta.

De hecho, ayer estuvo a punto de ir y decirle que no es mi novia, pero, la saqué del lugar literalmente cargándola.

Para empezar, a la niñita no tiene que importarle si estoy soltero o no, ese es mi asunto. Además, no viene ni al caso que Valentina se esté lamentando.

Es que, ¿Cuántos años tiene la niña? ¿Dieciséis?

¿Por qué a una niña de dieciséis va a importarle mi estado civil? Exacto, no tiene sentido.

—¿Verdad que se le notaba que la chica bonita del bar le gustaba?

Valentina hace su pregunta mirando a Agustín, él se encoje de hombros.

—No voy a opinar de la vida amoroso de mi amigo comenzando porque la chica estaba guapa y si la volvemos a encontrar, si él no hace nada, yo sí.

—¿De qué chica hablan? —Gastón salva a mi amigo de la muerte.

La rubia deja de mirar a Agustín y centra su atención en Gastón.

—Una chica, por su acento supongo que mexicana o de por ahí. —resume mordiendo su manzana.— Es amiga de Ruggero.

—Que no es mi amiga. En lugar de hablar de eso, ¿por qué no piensas en lo que harás ahora que tus padres te quieren obligar a estudiar una carrera como cualquier persona promedio que se preocupa por su futuro? —repito por enésima vez.— Y sobre la chica. La vi ayer en la cafetería. Es una maleducada que me hizo pagar su cuenta y en la noche nos volvimos a ver porque la señorita me tiró la soda y encima quería que se la pague.

—Y es bonita. —agrega Agustín.

—Bueno si, es mi muy bonita. —admito finalmente.— Pero, de cualquier manera... No me gusta, es insoportable, y espero nunca volver a encontrarla. Que martirio.

Miente Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora