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Capítulo Cincuenta; Después de todo, eres mi hogar.

Karol S.

—Buenos días.

Me siento en la silla libre escuchando las respuestas de los demás. Centro mi mirada en el pan frente a mí.

Leonardo me pregunta si quiero fresas y asiento. Ruggero pone una tasa de chocolate caliente frente a mí. Juego con los sobres en mi manos.

—Quiero decirles algo.

—No te preocupes, ya lo sabemos. —musita Bruno.— Y es el serio una bendición.

—Completamente. —asiente Antonella.— Es muy bueno, cariño.

—Obvio, he esperado años por esto. —levanto los sobres.

—Espera, ¿De qué hablas?

Leonardo arquea una ceja. Me encojo de hombros.

—De mi graduación.

—Ah, nosotros hablábamos de que no estás embarazada.

—¡¿Qué?!

Mi grito de felicidad les hace reír, Ruggero me extiende la prueba que ayer arrugué, tiré y me negué a ver. Muerdo mi labio inferior y en efecto veo el negativo recalcado con negrilla.

Emocionada pego el papel a mi pecho y hago la promesa de nunca más enamorarme de un hombre antes de dejarlo sobre la mesa.

—Ahora sí soy feliz y juro jamás en mi vida volver a pecar. —suelto el aire retenido.— Gracias, de verdad gracias.

Ellos se ríen, tomo mis sobres.

—Antes de dárselos y me rechacen olímpicamente, quiero que sepan que estoy emocionada y que pedí todo esto apenas comenzó el semestre, yo no sabía que todo con Ruggero terminaría. —explico.— Y ustedes son muy especiales para mí.

—Y tú para nosotros. —me repite bruno.— Sabes que te queremos como a una hija, Karol.

—Pues por eso, quiero que mis segundos padres estén en mi graduación. —muerdo mi labio inferior.— Quiero que la siguiente semana estén ahí conmigo, no en la parte de abajo porque ahí no pueden entrar más que tres acompañantes por persona, pero sí pueden estar en la parte de arriba, les compré pases a todos.

Le extiendo un sobre a cada uno, siendo tres en total, cada sobre tiene un nombre y por supuesto pensé en ellos.

Cómo también pensé en Clara, mi prima y los amigos de Ruggero. Quería que todas las personas importantes para mí estuviesen en mi momento especial.

Lo que me lleva a...

—Y este es para ti. —le tiendo el sobre a Ruggero.— No tienes que estar sí no quieres.

Él toma su sobre abriéndolo, evidentemente, es diferente al del resto. Leonardo protesta.

—¿Por qué el tuyo es dorado y brilla y el mío no?

—Es que ese boleto es para la parte de abajo. —explico mirando a cualquier otro lado que no sean sus ojos.— Y seguiré diciendo que en mi defensa aún estábamos juntos cuando lo pedí, y no puedo cambiarlo porque tiene tu nombre y estás en la lista hace mucho.

—Iré. —me corta y siento mi pecho contraerse de la familiar emoción.— Gracias.

Asiento bajando la mirada a mis manos, esto es un poco incómodo. Y emocionante...

—¡Está dicho, familia! —Antonella aplaude.— Desayunen pronto que nos iremos de compras para la graduación. Karol, cariño. Ya lavé y sequé tu ropa.

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