XXVIII

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Capitulo Veintiocho; Todas las cosas que haré para llamarte mío.

Karol S.

Tengo sueño, no estoy lista.

Me acosté a las tres y veinte, son las seis y media y ya estoy despierta bajando a la cocina. Mis ojos se están cerrando por voluntad propia, no es justo.

Yo solo quiero dormir. Cinco minutos más por favor. Solo cinco.

—Buenos días, niñita tonta.

Le sonrío a Ruggero antes de acostarme, ignorando por completo la presencia de Camila que está terminando de dejar el desayuno frente a Andrea. Siento los labios de mi novio en mi frente y después en mis labios.

Bostezo cerrando los ojos.

—¿Segura que quieres ir a la universidad?

—No quiero. —niego abrazándome a su torso.— Estoy cansada. Pero tengo que entregar tareas.

—Ve a dormir, mi amor. Yo me encargo de eso.

Respondería, pero estoy muy cansada y termino quedándome dormida sin soltarle.

El cansancio es extremo.

Me remuevo cuando escucho el;

Clara, no vengas por ella. No irá a la universidad.

Y si, después no soy consciente de si me muevo o no.

Solo sé que siento los fuertes brazos de mi novio cargarme y eso para mí basta. El cansancio pudo conmigo al final de cuentas.

✓✓✓✓

Camila O.

—Ya está, la acosté y está muy cómoda así que no creo que despierte hasta las diez de la mañana. ¿Podrías decirle que su desayuno lo dejo en el microondas?

—Claro, por qué no. —sonrío viéndole tomar un montón de libros y carpetas.— ¿Irás a algún lado?

—Sí, iré a entregarle esto a Alessia para que las tareas de Karol estén presentadas. —levanta los libros.— Y después sí me voy a trabajar.

—Eres un gran novio.

—Intento serlo. —se encoje de hombros.— Además no me cuesta nada.

Asiento viéndole caminar hacia la salida. Le sigo hacia la puerta tomando un vaso de jugo. Me estoy muriendo de sueño.

Pero hice el sacrificio de despertarme temprano para preparar el desayuno...

Aunque no contaba con que él ya lo había preparado y estaba listo para llevárselo a Karol. Aunque ella evidentemente, no comió nada por el cansancio que llevaba encima.

Al menos me ahorró el tener que ver la cursi e innecesaria despedida.

Le agradezco por eso.

—Andrea, despídete de Ruggero. —le digo a la niña que confundida me mira. El italiano nos mira a ambas.

—Oh no, no es...

—¿Cómo me despido de papi?

La pregunta de Andrea hace que Ruggero se ría y que yo asienta.

—No, Andrea. No tienes que...

—Adiós, amigo de mami. —Andrea estira sus manos hacia él. Un confundido Ruggero se agacha dejando que ella bese la mejilla.— Vuelve pronto, y tráeme un chocolate.

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