Capítulo 3

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TOGLILE GLI OCCHI
(Sácales los ojos)

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Anneliese Petrelli no participaba en clase de natación, o se duchaba en el instituto, luego de deportes.

Algunas personas intercambiaban comentarios al respecto: decían que quizá Annie tenía cicatrices o alguna otra clase de terribles marcas, en el cuerpo, que la avergonzaban y le impedían quitarse la ropa frente a los demás, pero eso no tenía ninguna base y carecía de credibilidad, tomando en cuenta que ella sí usaba bañador, sólo no entraba a la piscina. Y lo peor era que el entrenador de natación no le exigía —como al resto de alumnos— que participara. Él le permitía sencillamente que tomara asiento en una esquina y se pusiera a leer.

Claro que las personas se preguntaban el porqué de estos privilegios, pero nadie se quejaba con el entrenador pues él era demasiado severo y, preguntarle directamente a Anneliese, quien era excesivamente reservada y tímida —ella no hablaba con nadie—, no era una opción.

Fue por eso que a Aurora se le ocurrió que, empapándola con un capuchino extra acaramelado, la obligarían a desnudarse y tomar una ducha. Y cuando le dijo a Fabio que la ensuciara con café, no creyó que él cogería una taza caliente del carrito y le lanzaría el contenido. Dedujo que, antes de hacerlo, lo enfriaría. No, no es cierto: ni siquiera pensó en eso. ¿Realmente era necesario explicar que, si la intención es ensuciar, y no arrancar la piel, primero hay que enfriar la bebida?

Tampoco él lo pensó. Su novia le dijo: "Lánzale un capuchino a Anneliese Petrelli" y Fabio no se paró a pensar en que estaban muy calientes. De hecho, ya incluso cuando se lo había lanzado, no reparó en que la había quemado: en aquel liceo las tazas eran térmicas, por lo que él no percibió el calor de la bebida en su mano. Se dio cuenta de lo que había hecho cuando Annie se retiró las manos del rostro y pudo ver el gesto de dolor que torcía, luego estudió el resto de tazas y notó que despedían un ligero vapor.

Y sin saber por qué Annie no usaba las regaderas, Aurora y Fabio fueron expulsados de la institución: el bullying no era tolerado en el Istituto Cattolico Montecorvino.

En cuanto a Angelo Petrelli, luego de reunirse el director de la institución, con la psicóloga, algunos profesores y el consejo de padres de familia, se decidió que el suyo había sido un acto de cólera al ver a su hermana herida, atacada injustamente y, siendo así, debían comprender al adolescente, quien nunca antes, durante su estancia en el instituto, había tenido alguna clase de reportes, ni problemas con nadie. Sin embargo, le habían dado una semana de suspensión, como sanción.

O tal vez había sido un descanso para que se recuperara emocionalmente, creía Anneliese, ya que había escuchado al director susurrar a Raffaele que él se encargaría de que el muchacho no tuviese faltas en ninguna materia. Annie no se sorprendió: el director sentía gran afecto por Angelo, y la institución estaba interesada en conservar a un alumno tan sobresaliente como él. En cuanto a ella, también le habían dado una semana para recuperarse. «Pero eso no es suficiente», pensó, una semana no bastaba para que se olvidaran de su humillación... o de los motivos de Aurora, si es que se llegaban a esparcir por la institución.

Y lo harían.

En el liceo los rumores corrían con rapidez. Siempre había alguien susurrando y Annie ya había escuchado que sus compañeros sentían curiosidad del porqué se le permitía pasar de la clase de natación y, lo que era un poco peor, no usaba las regaderas luego de deportes, limitándose a quitarse el sudor con una toalla empapada.

Pero Annie no podía decírselos; lo consideraba vergonzoso y humillante: aquella caída en la piscina, cuando tenía sólo cinco años, había degenerado en un temor profundo e irracional hacia cualquier contenedor de agua que albergase el suficiente líquido para cubrirle las pantorrillas...

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora