ROSE DORATE... SEMI ROSA
(Rosas doradas... Semillas rosadas).
"Tengo la culpa de todo" mientras preparaba los pinceles que utilizaría aquel miércoles en su nueva escuela, Jessica recordaba su despedida con Annie.
"¿Tú? ¿Por qué?" le había preguntado ella, también llorando.
"Ese maldito video. Si no lo hubiese hecho..." se había lamentado su prima, de lo que Jessica se había reído: "Claro que es tu culpa. Tienes la misma responsabilidad que tiene una mujer violada por vestir de manera provocativa, o andar sola" las palabras le resonaban en la mente. Podía sentirla tan cerca, la despedida, la impotencia de no haber podido llevársela con ella... La había dejado sola, sin nadie con quien pudiera hablar al menos. Jessica le había reprochado a su padre el que no hubiese luchado más por sacarla de ésa casa, pero en el fondo sabía que su tío Raffaele no lo habría permitido, aunque su hermano gemelo se hubiese puesto de rodillas. Ni siquiera había dejado que los gemelos se despidieran de ella...
Tiró su cuaderno de dibujo a su escritorio —tan falto de personalidad, en ese dormitorio que no terminaba de sentir suyo—, pensando en que siempre deseó estudiar en Japón y, ahora que estaba ahí, se daba cuenta de que, lo único que quería... era regresar a Italia, a ese liceo que nunca le había gustado, y recibir cada clase con Annie y almorzar en los descansos con sus primos.
Se dejó caer en su cama, resistiendo los deseos de llorar, y entonces su teléfono vibró al recibir una videollada de Lorena. La aceptó de inmediato, limpiándose los rastros de lágrimas que tenía, e intentó sonreír.
—Hola —le dijo, y entonces, gracias a que la pelirroja no estaba maquillada, pudo ver con claridad sus ojos enrojecidos y ligeramente inflamados—. ¿Te sientes bien?
—Sí. Yo —Lorena sonrió—... no tengo sueño.
Jessica miró su reloj: si en Tokio faltaban 15 minutos para las 7:00 del día 20 de mayo, en Irlanda faltaba lo mismo, pero para ser las 22:00 horas del día 19, lo que quería decir que, para ella, apenas comenzaría el cumpleaños del abuelo... Día de reunión, de la foto familiar, de gozo... No iba a preguntarle, entonces, por qué lloraba.
—Comenzabas aye-- ¡hoy! —corrigió de inmediato— tu primer día de clases, ¿no? —le preguntó, para distraerla.
—Sí, pero no fui —le confesó—. Creo que Lorenzo y yo vamos a tardar en adaptarnos —confesó.
Jessica asintió, comprendiendo perfectamente: ella sentía lo mismo.
—¿Qué tal tú? —siguió la pelirroja, fingiendo la sonrisa—. ¿Llevas uniforme de marinero?
—Bueno, no exactamente —alejó su teléfono un poco, mostrándole la parte superior de su uniforme—. Pero tengo un moño —dijo, y su tono sugería que era lo mejor del mundo.
Lorena se rió al verlo y, al hacerlo, las lágrimas se le cayeron.
** ** **
Anneliese escuchó que algo, en la recámara de Angelo, cayó al suelo de manera pesada y sintió que le aplastaban el alma entera; Angelo era silencioso, pero gracias a que las puertas de sus habitaciones estaban una frente a la otra, cuando llegaba a escucharse algo por las noches, ella sabía que él había vuelto de la universidad, del restaurante, o de pasar un rato con Raimondo y Lorenzo.
Pero, desde luego, ése no era Angelo, ni tampoco era de noche —pasaba apenas de las 14:00—, y los sonidos más sutiles parecían incrementarse. Aun así, aunque sabía que no era él, asomó por su puerta, encontrándose la puerta de su hermano abierta y las luces encendidas —lo sintió como una puñalada en el pecho... él siempre las tenías apagadas—; apretó los dientes y fue allá, pensando en que sus padres no sólo lo habían secuestrado, sino que ahora invadían su privacidad.
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Ambrosía ©
General FictionEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...