[2.3] Capítulo 34

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INEBRIATO
(Ebrio)

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Retomar la rutina habitual le había llevado, a la familia, algunos días; ni siquiera dos semanas.

Anneliese Petrelli se sorprendía de lo rápido que giraba el mundo, de lo rápido que pasaba el tiempo... de qué tan distinta era la muerte de un hijo, a la de un abuelo. Extrañaba a Rebecca y le lloraba algunas veces, pero no sentía nada similar a lo que había sufrido con Abraham.

Lorenzo tuvo menos de una semana de duelo y retomó sus actividades académicas; Annie se sentía sorprendida y... a veces temía delatarse, ya que se desvivía por mantenerlo cómodo y hacerlo sentir mejor.

Para Navidad, a pesar de que Uriele llegó a la residencia familiar con la cena, y de que todos se reunieron alrededor de la mesa, estuvieron callados y todo terminó antes de la media noche. Entonces... Anneliese se dio cuenta de que, pese al horror que había sentido cada segundo, el año anterior... añoraba su Navidad pasada: tirada en un sofá entre los brazos de su hermano, en la oscuridad, bebiendo chocolate y mirando películas.

Cuando terminó el año, ninguno se esforzó por hacer nada, pero al llegarse el cumpleaños número veinte, de Angelo, fueron los mellizos quienes insistieron en que debían celebrarlo y Annie no pudo estar más de acuerdo con ellos —aunque no estaba segura de las razones de los mellizos: ¿lo hacían por Angelo o por ellos mismos?—; lo único que Annie quería, era volver a la normalidad.

Eligieron un bar tranquilo y, luego de cenar, Lorenzo pidió tragos de tequila para todos.

—¿Ya no bebes? —preguntó Annie a Nicolas, tras aclararse la garganta (el pequeño trago que le había dado a su shot, la había quemado), pues notó que él sólo elevó el pequeñísimo vaso y luego lo dejó sobre la mesa, intacto.

—No mucho —confesó él, alzando la voz y acercándose a ella para que pudiera oírlo; la música estaba un poco elevada, los demás, en la mesa, hablaban alto, y además Jessica se encontraba entre ellos.

—Te vi beber en tu boda —le recordó ella.

—Era mi boda —él le picó una costilla, como si ella hubiese dicho algo obvio—. Y fue sólo una copa de champagne.

»Toma, te lo regalo —empujó su shot de tequila hasta dejarlo junto al de ella, el cual estaba casi lleno.

Anneliese arqueó las cejas, alejándose un poco y, siguiendo el juego, cogió el vaso y siguió deslizándolo hasta hacérselo llegar a Angelo.

—¿No lo quieres? —preguntó el muchacho, volteando, creyendo que era el de ella... hasta que notó que el suyo estaba al frente y Nicolas no tenía ninguno.

—Ay, tal vez lo que ella quiere son gomitas de oso —terció Raimondo, fingiendo estar enternecido.

Lorenzo sonrió y miró a su amigo como si acabara de recordarle algo, se puso de pie, se metió la mano al bolsillo del pantalón y sacó una pequeña bolsa de gomitas...

—Lo imaginaba y por eso traje esto —se las tendió a Annie y miró luego a Jessica—. Pueden compartirlas —jugó.

—¿Cuándo fue la última vez que te emborrachaste? —preguntó Lorena a Angelo.

Él frunció el ceño y sacudió la cabeza.

—Nunca lo he hecho —confesó.

—¿Qué clase de persona llega a los veinte sin haberse emborrachado una sola vez? —se quejó Jessica.

—Bien —decidió Raimondo—: Meta de la noche: procurar la primera borrachera de Angelo.

Annie se rió y apoyó al muchacho, pensando en que sería divertido ver a su hermano ebrio, por una vez, así que le acercó el shot de tequila a los labios.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora