[2] Capítulo 04

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BIANCA
(Bianca)

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Bianca Mattu había conocido a Matteo Petrelli apenas entrar a la primaria, con cinco años. Él era un chico mayor: tenía nueve, una patineta y los ojos más bonitos que ella hubiese visto jamás.

Jessie le había hablado antes de él —ellas habían estudiado juntas desde preescolar—, pero la verdad es que Bianca no le había prestado atención, pues Jessie tenía demasiados primos y se confundía cuando se quejaba de uno u otro, pero el día en que miró a Matteo, por primera vez, Bianca nunca más confundió su nombre.

Matteo era un niño dulce y amable, y Bianca solía dibujarlo junto a ella, vestido como un príncipe; él actuaba como uno: era amable, caballeroso y, con esos ojos, era fácil perderse entre la fantasía y la realidad.

Nunca le habló de su amor a nadie, pues era bastante vergonzosa con esos temas, pero sabía de su importancia, pues su mami y su hermana mayor era de lo único que hablaban todo el tiempo: hombres. Para los hombres se vivía. Tintes para el cabello y maquillaje, para ser más hermosa y atraer hombres. Cocina para tener citas con esos hombres... Pero no se come cuando estás a solas, porque entonces engordas y los hombres ya no te quieren; por eso se debía hacer ejercicio todas las mañanas. Claro que Bianca sabía de la importancia de un hombre en la vida de una mujer, desde que comenzó a tener uso de razón y a entender lo que ocurría a su alrededor. O al menos a entender lo que ocurría en su casa, en su familia...

Es difícil identificar lo que es erróneo, o lo que está mal, cuando jamás has visto otras cosas.

... pero Bianca las vio.

El amor infantil de Bianca, por Matteo Petrelli, creció cada año junto a ella.

Lo que no sabía ella, es que, si alguna vez tuvo oportunidad con él, con cada año que pasaba, se volvía menos posible: Matteo y su primo Ettore se iniciaron a temprana edad, con la niñera del último —y la de Jessie— y, si se lo preguntaran aún entonces, a sus veinte años que tenían para el momento, ellos aseguraban que habían sido ellos quienes comenzaron el juego, pero... también es difícil diferenciar, en la niñez, las ocurrencias propias de la oscura manipulación de una mente adulta.

Pero eso era algo que ellos no entendían. Aun cuando sus padres —al descubrirlo— les explicaron el problema, ellos no lo entendían, por lo que la terapia sirvió de poco —para protegerlos a todos del terrible suceso, a la familia le dijeron que Matt estaba teniendo problemas nuevamente, con su dislexia, y nadie hizo preguntas del por qué Ettore debía acompañarlo siempre, pues ellos siempre estaban juntos—.

En la familia no volvió a hablarse del problema nunca más, ni siquiera entre ellos: Ett nunca le había contado a Matt del presentimiento que tenía, sobre el paradero de su niñera, y Matteo le aseguró a su terapeuta que todo estaba bien.

Y ellos parecían estar realmente bien.

... pero la verdad es que la experiencia les había dejado algo a cada uno.

Matteo decía que le gustaban las mujeres mayores porque a las chicas las encontraba demasiado inmaduras. En secreto, Ettore creía que a su primo le iban las mayores porque veía a su madre en cada señora que se llevaba a la cama: quería tratarlas a ellas como creía que su madre (su bellísima, inmaculada y sufrida madre) se merecía y, por parte de su marido, jamás tendría. Raffaele Petrelli trataba con poca delicadeza a su mujer y eso era algo de lo que Matt se quejaba todo el tiempo. Ettore creía que Matt exageraba (y que se metía en cosas que no debía): su tío era rudo y ya, además, ningún matrimonio era perfecto. Las cosas entre sus padres tampoco estaban del todo bien; Irene lo intentaba, pero Uriele parecía siempre distante, indispuesto... aunque eso cambiaba completamente cuando se trataba de Hanna Weiβ. La maravillosa Hanna Weiβ. Ettore lo sentía por su madre, pero la verdad es que no culpaba a su padre —¿cómo hacerlo? —: su tía Hanna era increíblemente atractiva y... tenía ese carácter jovial, divertido, negro hasta los huesos; sin mencionar el hecho de que, compitiendo, podía beberse una cerveza, sin despegarla de su boca, incluso más rápido que él. Ett tenía la idea de que su tía Hanna, en su juventud, había sido una de esas chicas preciosas, vestidas de negro, que muestran los senos en los conciertos. Desde luego, eso era algo que jamás iba a decírselo a Matteo.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora