DECISIONI II
(Decisiones II).
—¿Qué estás haciendo aquí, tan solo? —preguntó Lorenzo Petrelli, caminando junto a Raimondo, hacia la cerca electrificada.
Por su tono amable —casi juguetón—, nadie imaginaría jamás que, en realidad, ellos no eran amigos.
Nicolas Mazet apretó los dientes. La luz de la celebración les llegaba lo suficiente para que pudiesen mirarse las caras, con claridad.
—Aquí, en la oscuridad, mirando a los otros, parece como si estuvieras acechando —continuó el pelirrojo; su voz continuaba siendo suave, como siempre—... ¿eres un acosador, Meñique?
—Por ahora, par de perras, ustedes pueden esperar. Largo —les ordenó Nicolas, sin dejar de apoyar su espalda contra un árbol, tranquilo.
Raimondo leyó su postura relajada: él ni siquiera se ponía en alerta porque no creía necesitarlo para protegerse de ellos. Creía que poder, perfectamente, con ambos.
—¿Para qué es ese tubo? —siguió Raimondo, notando un brillo metálico junto a la pierna del francés. Su voz, a diferencia de la de Lorenzo, a pesar de que era serena, mostraba seriedad.
—Para metértelo por el culo, y sacártelo por el hocico, si no te largas ahora mismo.
Lorenzo intentó reprimir la risa, pero no pudo.
—¿Por qué simplemente no te alejas ahora, y ya está? —le ofreció Raimondo, aunque sabía bien que eso era imposible ya.
Angelo se había metido con su hermana muerta. Angelo había estado provocándolo de manera intencional una y otra vez... y al fin lo había encontrado.
—¿Por qué sólo no puedes alejarte de nosotros?
—¿Nosotros? —se burló Nicolas, y se dio un par de golpecitos en la sien derecha, con su índice—. Tienen un problema, ¿eh?
—El del problema eres tú —difirió Lorenzo—. Escuché que estuviste incluso internado... ¿eso es cierto?
Nicolas sujetó el tubo que descansaba contra el tronco.
—No voy a pelear contigo —le hizo saber Raimondo—. Vine a hablar.
El otro dio un paso adelante y Lorenzo suspiró, dando dos pasos hacia atrás, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón deportivo.
—Se hizo lo que se pudo —comentó el pelirrojo.
Raimondo también se apartó apenas, como si le diera permiso de pasar, y Nicolas caminó entre ellos a paso moderado, sin ninguna clase de temor. Aunque una vez que estuvo algo retirado de ellos, anduvo con mayor rapidez, con zancadas largas... ansioso.
Lorenzo miró a Raimondo, pero éste tenía sus ojos clavados en el tubo de Nicolas... y se descubrió yendo detrás de él.
—¡Gelo! —gritó Raimondo, alertando a su amigo.
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Paola Ariste se deshizo de su diminuta bata, quedando únicamente en tangas. Algunos chicos, al ver sus senos desnudos, silbaron y le hicieron fuertes halagos, los cuales distrajeron por un segundo a Anneliese, quien intentaba aún localizar a Lorenzo y Raimondo. Paola, feliz, se recostó sobre la enorme mesa, ayudada por dos jóvenes encapuchados, y entonces, de manera apenas audible, se escuchó un gritó que decía:
—¡Gelo!
Y los ojos grises de Angelo brillaron al ver lo que se aproximaba a él. Soltó a Anneliese y caminó hacia el intento de piscina..., a donde su hermana no se acercaría.
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Ambrosía ©
Ficción GeneralEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...