IL PICCOLO PRINCIPE
(El Pequeño Príncipe).
Matteo frunció el ceño. Su hermano menor se había puesto pálido, al verlo, y dejó la mesa sin decir una sola palabra.
-¿De qué hablaban? -preguntó a su hermana, mirando a Angelo salir de la cafetería.
Anneliese se tardó un poco en responder:
-De... -se aclaró la garganta-. De nada.
Matteo torció un gesto, intrigado. Anneliese también se veía algo pálida... y turbada. La duda aumentó.
-¿Estaban hablando mal de mí? -jugó; sabía que, si ellos hubiesen estado hablando mal de él, no se habrían detenido al verlo. Por el contrario.
-Nos preguntábamos dónde estabas.
Matteo estudió su rostro un poco más. Ella realmente parecía confundida.
-Hnm -comenzó él, pensativo-. Acompañé a una chica a su casa y me quedé a charlar con ella.
-Bueno -la pasividad de Annie confirmaba que algo andaba mal-. Vayámonos ya. Papá va a preocuparse.
-Sí.
Cuando llegaron al auto, Angelo estaba apoyado sobre el cofre, con los brazos cruzados. Matt lo miró con recelo.
-¿Te puedes dar prisa? -gruñó al mayor, mirándolo con impaciencia.
Matt no respondió, quitó los seguros de las puertas y Angelo no tardó en entrar; no miraba a Annie. No la miró en todo el camino.
*
-¿Dónde está Angelo? -preguntó Raffaele. Estaba recién salido de la ducha, tenía los cabellos húmedos y sólo vestía el pantalón del pijama; lucía un torso de músculos duros, de toro, y varios tatuajes (entre los que estaba una «A»; nadie sabía si de Angelo o de Annie).
Hanna, Matt y Annie miraron a su alrededor. Hacía un momento, unos pocos segundos, él estaba ahí, a mitad de la choza, junto a ellos, dejando las bolsas de las compras.
El Maserati de Raffaele ronroneó fuera de la choza. El hombre frunció el ceño y se acercó a la ventana sólo para ver a su auto alejándose.
-¿A dónde va? -preguntó.
«Lejos de mí» pensó Anneliese. Fue un pensamiento intrusivo, no consciente, y ella misma se sorprendió de él. ¿Era por eso que Angelo se alejaba de ella? ¿Era por eso que... rechazaba los besos de otras chicas, pero a ella le buscaba los labios?
"De ninguna manera es normal que un hombre, y menos en la edad que está Angelo, rechace a tantas mujeres sin existir un buen motivo" había dicho Rita y también había dicho que, quizás, él estaba tan enamorado de alguien que no le interesaba nadie más...
Un recuerdo llegó a la mente de Annie, brillante y fugaz, como un flash: Angelo, a sus doce años, abrazándola por la espalda y mirándola a través del espejo; él ocultaba su boca y su nariz entre los cabellos rubios. "Hueles a manzanas" le había susurrado al oído, con deleite.
-Hanna -la voz ronca de Raffaele sacó a Anneliese de sus recuerdos-, dame mi teléfono.
-Anoche... -la mujer dudó, intentado acordarse dónde lo había dejado él- se quedó en tu carro, mi amor. Está en la guantera.
Raffaele puso los ojos en blanco.
-Llama a tu hermano, Matteo -le ordenó.
-No puedo -soltó él, de inmediato-: no tengo celular. Cómprame otro.
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Ambrosía ©
General FictionEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...