Capítulo 54

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17° CUMPLEANNO DI ANGELO
(Cumpleaños diecisiete de Angelo)

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El último sábado de enero, algunos compañeros de Angelo, en el liceo, organizaron para él una pequeña fiesta por su cumpleaños número diecisiete, pero él no asistió; se quedó trabajando, en el restaurante.

Cuatro días más tarde, llegándose el treinta de enero, su cumpleaños, tampoco acudió al liceo; prefirió quedarse en casa e intentar dormir —vaya que lo necesitaba—, pero no pudo hacerlo: antes de que se hicieran las siete de la mañana, su teléfono celular sonó con el tono que tenía asignado para su hermana. Algo confundido, el muchacho se incorporó y buscó el aparato en la mesilla de noche.

—¿Te desperté? —preguntó ella, al otro lado de la línea.

Angelo frunció el ceño al escuchar autos: él creía que ella estaba en su recámara. Al menos ése era el lugar en el que la había visto la noche anterior, cuando la buscó, deseoso de que ella lo siguiese; obviamente, no había sido así y él había pasado, la última noche de sus dieciséis años, solo.

—¿Estás en la calle? —preguntó sin más él—. ¿Dónde estás? —¿a qué horas había salido ella? ¡¿Sí lo había hecho?!

Por algún motivo, Angelo pensó en su padre. Raffaele Petrelli había salido el día anterior y no regresaría hasta esa misma noche, para su cena de cumpleaños.

—Sí —por su tono juguetón, él adivinó que ella estaba contenta—. ¿Sabes dónde estoy?

—¿Cómo voy a saberlo? ¿Por qué te saliste tan temprano, tú sola? —Angelo encendió su luz de noche.

—Ah... Bueno —ella se rió—. Es que... estoy con o en tú regalo. No sé cómo decirlo.

—¿Estás en la calle?

—No exactamente. Pierde cuidado, estoy a salvo.

—¿Dónde estás?

—El domicilio está en mi cama, junto a un regalo. ¡No lo destapes hasta que llegues!, ¿de acuerdo?

—¿Estás tú sola?

—¡Deja de preocuparte!

—¿En qué saliste?

—En taxi. ¡No hagas más preguntas, Angelo! —ella se rió.

Él se relamió los labios. Ella estaba actuando tan... distinta.

—¿Angelo? —se intrigó ella por su silencio.

—Aquí estoy.

—¿Vendrás?

¿Tenía otra opción? Tenía que ir a buscarla.

—¿Es seguro donde te encuentras?

—¡Que sí!

—... Ya voy.

—¡Excelente! —se alegró ella—. ¡Te amo! —le dijo, justo antes de cortar la llamada.

Angelo Petrelli se quitó las sábanas del cuerpo y... suspiró. Se sentía cansado. Física y mental. Se puso de pie, despacio y, con la misma lentitud, se metió dentro de ropa deportiva.

Cuando finalmente llegó a la habitación de su hermana, entre las sábanas desordenadas encontró una caja... de zapatos. Ésta tenía cinta adhesiva por todos lados, imposibilitando que pudiera ver el contenido. Angelo cogió la caja y, por su peso —pesaba bastante— no pudo adivinar qué clase de cosa lo esperaba dentro; bajo la caja, había una nota rosa con la dirección.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora