UN ANELLO DI DIAMANTI E ZAFFIRI & FETTUCCINI CON POLLO
(Un anillo de diamantes y zafiro & fettuccini con pollo).
Anneliese Petrelli volvió a su casa el primer domingo de abril, por la noche. La había llevado su tía Gabriella y, mientras ella entraba a saludar a Hanna, Annie subió las escaleras y fue directamente a la recámara de Matteo y le preguntó:
—¿Crees que desde mañana podrías levantarte temprano para que podamos salir, en tu camioneta... solos tú y yo?
Matteo frunció el ceño, intentado comprenderlo, ¿ella se refería a salir temprano... sin Angelo? Se descubrió asintiendo.
—¿Todo está bien? —se interesó.
—Sí —mintió ella.
—De acuerdo. ¿Me despiertas? —le pidió.
—Sí.
Y cuando se daba media vuelta para salir, él la llamó; Annie se giró una vez más, atenta.
—Te quiero —le dijo Matt.
—Yo a ti —le respondió, bajito.
Luego, fue a encerrarse en su recámara.
No pudo dormir.
Regresar a su casa no hizo más que incrementar su enojo contra Angelo —y con ella misma. Si tan sólo no se hubiese quedado al margen, en ése momento, Nicolas...—.
Por la mañana se levantó muy temprano, para ser la primera en usar la ducha y no cruzarse con Angelo, quien siempre estaba ya bajo el chorro del agua a las cinco treinta.
No quería ir a la escuela. No quería ver a Laura y mucho menos volver a un sitio donde no volvería a ver a Nicolas.
Se arregló lento y, cuarenta minutos antes de las siete, despertó a Matteo, luego bajó a la cocina para beber un yogurt, mientras su hermano mayor se preparaba para salir; lo que no esperaba... es que ahí se encontraría con el otro.
Angelo ya casi no tenía rastros, en su bonita cara, de la pelea que había tenido con Nicolas, y Anneliese apretó los labios al cruzarse con él.
Fue al refrigerador y, mientras ella abría la puerta para buscar su desayuno, el muchacho le acarició la cabeza y, antes de que pudiera inclinarse para besarla en los rizos dorados —como solía hacer, por las mañanas—, ella se apartó de golpe.
—No vuelvas a tocarme nunca más —le gruñó, bajito.
Los ojos grises de Angelo la contemplaron en silencio, por un par de segundos, pues Matt se unió a ellos, bostezando aún, arreglándose la sudadera oscura que se había puesto, muy seguramente, con las luces apagadas.
—¿Lista? —preguntó a su hermana, evitando mirar a Angelo.
Anneliese cerró la puerta del frigorífico con más fuerza de la necesaria y salió rápidamente.
—¿Qué pasó? —le preguntó una vez que logró encender su horrible camioneta y salir del garaje.
—Nada —se limitó Annie.
Matt asintió, pero insistió:
—¿Tiene que ver con los golpes que traía en la cara?
—No —mintió Anneliese de nuevo—. No pasó nada.
Pero eso no era cierto: aquel lunes faltaron a clases Jessica, Laura y Rita. Las dos primeras no acudieron al liceo porque no tuvieron deseos, la otra, porque perdió la beca; uno de los requisitos más importantes, para mantener su beca, además de las notas altas, era el buen comportamiento y Rita no sólo había asistido a una celebración clandestina, con alcohol, sino también peleado con otra alumna.
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Ambrosía ©
General FictionEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...