[2.3] Capítulo 33

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REBECCA
(Rebecca)

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—Eso es asqueroso —soltó Matteo Petrelli, torciendo un gesto.

Raimondo Fiori, quien miraba atentamente al televisor, mientras mordisqueaba una pierna pollo empanizada y frita, guió sus ojos dorados hacia él, confuso: ¿de qué hablaba?

—¿Qué? —le preguntó.

Era un jueves y los chicos habían acordado verse en la residencia familiar para cenar y mirar una película; Angelo no había llegado: él había dicho que tenía muchísima tarea atrasada, del liceo... Lorenzo conocía la verdadera razón: Raffaele y Hanna no estaban y, con Matt fuera, tenía la casa... y a Anneliese, solas para él.

—Eso —señaló Matt la pierna de pollo, entre las manos de su amigo—. ¿Tienes idea del cómo lo hacen?

—No es comida rápida —comentó Raimondo, ingenuamente—. Las preparó tu abuela.

—Sé que las preparó ella —siguió Matt—. Me refiero a la manera en que están hechas...

—El aceite no mata a nadie. No a los... diecisiete —insistió Raimondo.

Lorenzo pensó en decirle que cerrara la boca, que no continuara, pues presentía a dónde se dirigía la charla, pero no alcanzó a hacerlo, cuando su primo comenzó:

—No hablo del aceite sino de que, antes de freír a ese pollo, lo bañaron en huevo, ¿sabes?

Raimondo frunció el ceño, ¿y? ¿Dónde estaba el problema?

—Es como si... descuartizaran a un ser humano y, antes de freír sus extremidades en aceite hirviendo, lo bañaran en fetos licuados. Tres o cuatro fetos para que quede bien bañado el muslo.

»Pequeñas manos y pies triturados, y también sus ojos...

Raimondo perdió la expresión y bajó lentamente la pierna de pollo que, hasta hacía un momento, era deliciosa... Ahora ya la sentía incluso fría.

—¿Cómo mierda tragas con él a diario? —cuestionó a Ettore.

Ett, completamente ajeno, parpadeó un par de veces y miró a Raimondo, atento, mostrándole que no había puesto atención en nada.

—¿Cómo tragas con él a diario? —repitió Raimondo, torciendo un gesto de incomprensión y asco.

Ett no necesitó preguntar de qué hablaba: estaba con su primo la mayor parte del día, de cada día.

—Ah —se relamió un colmillo y sacudió lentamente la cabeza, como si no entendiera la frustración o molestia del otro—. No le hago caso —supuso—. Sólo... no lo escucho mientras como.

—Nunca lo había visto de ese modo —irrumpió una voz femenina.

Se trataba de Rebecca Petrelli, quien entraba cargando un plato con trozos de apio, zanahorias y aderezo. Dejó la charola frente a Matt y cogió una pierna, mirándola con atención por un par de segundos; parecía meditar el hecho de que había bañado al pollo en sus bebés, antes de cocinarlo. Le arrancó entonces un trozo y frunció el ceño, mientras se lo llevaba a la boca. Al final, no dijo nada, se levantó y los dejó, pero antes de salir, se volvió, mientras Matt comía un trozo de apio con abundante aderezo ranch.

—¡Ah! Se me olvidaba decirte, Matt: el aderezo lleva mayonesa, la cual se hace con huevo. Creo que acabas de comerte el riñón derecho de un pollito —dijo, y su tono reflejaba verdadero pesar... para quien no la conociera.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora