L'ELEFANTE DELLA MEMORIA
(El elefante de la memoria).
Anneliese Petrelli miró a Nicolas con preocupación.
—N-No puedes —le tembló la voz.
—¿Por qué no? —preguntó el francés.
Ella buscó una respuesta diferente a: «Porque mi hermano te odia y... te diría que no es nada personal, que no te sientas especial, pues él siente desagrado por nueve de cada diez seres humanos (el décimo le es indiferente), pero... la verdad es que yo contribuí en su decisión de odiarte, no lo culpes del todo a él, por lo que, si tú entras a pintura, probablemente yo voy a tener que salirme y... no es que dibuje nada bonito, pero la verdad me gusta estar con Jessica, ¿sí entiendes mi... punto?». Eso no se escuchaba bien. Nada bien.
—Porque vas a distraerme —se escuchó decir.
Nicolas sonrió de lado, con arrogancia. Era el primer lunes de febrero, faltaban quince minutos para el segundo receso y él le informaba de sus intenciones de unirse a clase de pintura.
—No lo digo por eso —Annie puso los ojos en blanco. Estaban cerca de los sanitarios de tercer grado—. Además, deberías tomar algo que te sirva y sea más acorde contigo —comenzó a caminar hacia su salón de clases; Nicolas la siguió.
—Sugiéreme algo.
—No sé. Carpintería, tal vez. Y creo que Fabrizio propuso un taller de mecánica.
El muchacho se rió.
—¿Por qué crees que no tengo talento para otras cosas que no sean pesados trabajos manuales? ¿Tan estúpido te parezco?
—Yo no dije eso. Dije más--
—Acorde —se rió él—. Primero Sora no me iba, y ahora la pintura —se quejó.
Anneliese se detuvo y lo miró.
—¿Cómo están sus bebés?
—Bien. El veterinario dice que en unos pocos días podré llevarlos a casa.
—Qué bien.
—Sí. Entonces, ¿puedo entrar a pintura?
—No.
—¿Y a tu clase de literatura?
—¿Por qué quieres entrar a mi clase de literatura?
—Porque me gusta leer.
—No es cierto —se rió Anneliese.
—Claro que sí. Mi escritora favorita es Colette Bellerose.
Anneliese torció un gesto. Una vez había intentado leer a la autora que escribía bajo el seudónimo de Colette Bellerose pero...
—Qué asco —Anneliese torció un gesto.
—¿Por qué? Su literatura es... —él buscó una palabra— erótica de un modo inusual y natural.
La muchacha arqueó sus cejas rubias y se detuvo ahí mismo.
—Seguro —se mofó—. Si lo que tú entiendes por erotismo es chancro y hemorroides. Seguro —concluyó, antes de darse cuenta de que el muchacho miraba justo detrás de ella (y no a ella precisamente) arqueando ligeramente la comisura de sus labios.
Annie miró sobre su hombro y se encontró con Nina la Ranita, mirándola con asco.
—Ya le dije que fuera a ver a un médico —le dijo Nicolas, a Nina, con todo y su odioso acento francés.
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Ambrosía ©
General FictionEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...