L'ASTA
(La subasta).
Menos de tres horas luego de dejar el restaurante de su abuelo, Lorenzo y Angelo Petrelli estaban en casa de Carlo.
Había muchísima gente y también muchos posters con el rostro de Anneliese pegados por doquier.
Raimondo se reunió con ellos en la entrada, cuando el pelirrojo le avisó, por un mensaje, que habían llegado.
—¿Dónde Lorena? —preguntó el muchacho, quien esperaba ver a su melliza con él.
—En el jardín. La están subastando.
—¿Subastando?
—Sí —se rió él—. Lore es la última. ¡Vamos, que quiero comprarla!
Angelo y Lorenzo se miraron, intrigados, y siguieron al otro.
Y al llegar al jardín trasero, pudieron ver el escenario donde solían tocar los grupos que invitaba Carlo a sus fiestas, pero esta vez no había ninguna banda sobre él. Ahí, contando a Fabrizio —quien tenía el micrófono— estaban nueve personas: tres muchachos y cinco chicas; todos tenían hierba y maleza arrancada del jardín, entre las manos.
Angelo, Raimondo y Lorenzo se acercaron a la multitud reunida alrededor del escenario, sobre el cual, notó Angelo, estaba su hermana. Cerca de él, Bianca lo fotografiaba todo.
—Y —decía Fabrizio, a través del micrófono—... tenemos a Carlo Yotti. Dieciocho años. Capitán del equipo de soccer. Sueña con ser gigoló y conseguir la paz mundial. Excelente besador —algunas chicas fingieron gritos de emoción—. Y comenzamos con...
—¡Veinte euros! —Gritó una muchacha entre el público.
—¡Treinta! —Pujó otra.
—¡Cincuenta! —terció un chico, y las risas no tardaron en escucharse.
—¡Sesenta!
Y así continuaron, hasta llegar a setenta euros.
A Angelo le llevó un momento comprender lo que sucedía..., o al menos, creérselo.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Lorenzo a Raimondo.
—Laura Giordano —seguía Fabrizio.
—Rompieron el bar —explicó el otro, sin dejar de sonreír; tenía que hablar a gritos—. Están juntando dinero para repararlo.
—Dieciséis años —seguía el subastador—. Porrista. Sueña con ser stripper y construir casas para los menos favorecidos. Está dispuesta a cogerlos de la mano y aceptar frente a familiares y amigos una relación. Y comenzamos con...
Rápidamente se llegó al precio esperado por Laura y Fabrizio continuó con la siguiente persona en el escenario: la cogió por un brazo y la hizo pasar al frente. Ella vestía unos vaqueros azules que le resaltaban el bien formado trasero, unas botas negras de terciopelo, de tacón mediano, por debajo de la rodilla, y una blusa a juego, sin mangas, que, debido a lo entallada que era, no disimulaba su pecho plano, pero acentuaba su cintura diminuta. Se había alisado los cabellos rubios y... seguramente la había vestido Lorena y maquillado Jessica: ella lucía impresionantemente atractiva.
—Anneliese Petrelli —anunció el muchacho... y Angelo sintió que le oprimieron el pecho—. Dieciséis años. Escritora del periódico. Quiere ser estrella porno y con las ganancias planea alimentar a niños huérfanos. Por cierto, ¡es rubia natura--
—¡Cincuenta euros! —gritó un tipo, antes de que siquiera terminara de hablar Fabrizio.
Angelo miró a ese muchacho, desolado, ¿eso valía su hermana? ¿Cincuenta euros? La miró una vez más ella... pero no la reconoció.
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Ambrosía ©
General FictionEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...