Capítulo 35

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PRIMO LIBRO. TERZA PARTE
(Primer libro. Tercera parte)

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KARMA
(Karma)

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El Istituto Cattolico Montecorvino era, como decía en el nombre: un colegio católico. Algo tan frívolo, como un rey y un reina de belleza y popularidad, iba en contra de todo lo que la escuela representaba, pero no podían quitar a los alumnos una diversión tan atractiva que resultaba bastante sana, así que, mezclando el Reconocimiento al Esfuerzo —al que llamaban, sencillamente, Karma—, con el Libre Albedrío otorgado por Dios —en este caso, el libre albedrío se interpretaba como el derecho de los alumnos para votar por su Rey y por su Reina—, dio como resultado el Derecho de Postulación, el cual intentaba evitar que la competencia se volviera superficialidad absoluta.

¿Cómo era eso? Únicamente podían ser postulados para reyes los seis alumnos que tuviesen el mayor Karma.

El Karma era una serie de puntos que los alumnos acumulaban en el transcurso del primer semestre del año escolar. ¿Cómo se obtenían los puntos? La primera regla era que no se podía solicitar para sí mismo el puntaje, sólo otros podían dártelo y, ¿cómo hacían eso? Los alumnos interesados debían ingresar a la página web de la escuela y hacer clic en la sección «Karma», donde —tras ingresar su código de alumno y contraseña— aparecía un formulario que preguntaba algunos datos: nombre del alumno y grado al cual se quería otorgar Karma, el motivo, etc. —y para evitar trampas y mentiras, no se podían incluir razones personales, como: «Me ayudó a comprender un problema de matemáticas», sólo valían los apoyos colectivos (como dar tutorías) o contribuciones que el alumno hubiese hecho al liceo: ganar para la escuela un trofeo, una medalla o un reconocimiento (ya fuese deportivo o cultural), o simplemente haberse esforzado mucho durante algún juego deportivo; también entraban los grupos de las actividades extraescolares (baile, pintura, carpintería, o el periódico escolar: el objetivo, era reconocer el esfuerzo de los alumnos)—. Si el motivo por el cual quería entregarse Karma a una persona, no era válido, la petición era ignorada y archivada —la petición de Karma pasaba por un filtro de maestros voluntarios y estudiantes de confianza—. El Karma, desde luego, sólo podían entregarlo los alumnos y no más de dos veces por semana: el sistema no lo permitía.

Era algo bien organizado que, en invierno, permitía al instituto elegir a los tres chicos y a las tres chicas que tenían derecho a postularse; Derecho de Postulación lo llamaban y, sin importar el grado que cursara el alumno, podía postularse como Rey o Reina.

El ganador, desde luego, era elegido por votos.

Los votos también se realizaban vía Internet. Se requería, además del código de alumno y contraseña, una clave otorgada para votar, lo cual eliminaba las posibilidades de trampas.

El año anterior al que cursaban, Angelo Petrelli había tenido Derecho de Postulación —de hecho, él había sido el alumno con mayor Karma—, pero a él no interesaba el asunto, así que no se había postulado; pero sí había apoyado a Raimondo Fiori, quien también tuvo Derecho gracias a su habilidad con el balón, y él sí decidió aprovecharlo, despertando polémica entre el alumnado cuando ganó debido a la deserción por parte de sus contrincantes, quienes se dieron por vencidos al comprender que no podrían derrotarlo.

Aun así, pese a la inconformidad entre unos pocos alumnos, había sido una coronación divertida, pues Raimondo había elegido a Angelo como su Reina de Corazones.

La Reina de Corazones —o el Rey de Espadas—, era un título honorífico que el Rey y la Reina coronados —los elegidos por votación— tenían derecho a otorgar: la coronación no era como en una película estadounidense, donde la pareja sentimental más guapa, gana. No. Esto se eliminaba casi por completo con el Reconocimiento al Esfuerzo; generalmente, el Rey y la Reina no eran pareja —a veces, ni habían cruzado la palabra una sola vez—, pero podían subir con ellos al escenario a sus parejas sentimentales —o a algún amigo muy cercano—, nombrándolos Rey de Espadas o Reina de Corazones.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora