Capítulo 14

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Oliver Thompson.

Meses después.

Los rayos del alba se colaban por mi ventana, acariciando mi rostro con su resplandor. Me cubrí con la almohada, anhelando prolongar mi sueño, pero la voz de mi madre al otro lado de la puerta me lo impidió.

—¡Oliver!, levántate, muchacho. Hoy tenemos mucho que hacer. Recuerda que hoy conocerás a tu futura esposa en su cumpleaños. Debes ir bien presentado y llevarle un gran regalo. Ya tenemos todo preparado para que la sorprendas, cariño —dijo, y volvió a golpear la puerta.

—¡Ya voy, madre! —respondí a regañadientes.

Había olvidado qué día era. Cinco meses habían transcurrido, y el cumpleaños de mi dichosa futura esposa había llegado.
Todo esto me resultaba tedioso. Pero era algo que debía hacer, no podía desobedecer a mi padre.

Me levanté y abrí la puerta de mi habitación.

—En un rato bajaré, madre —dije, aún sin aliento.

—De acuerdo, hijo, no demores. Nos iremos al atardecer. Le llevarás un precioso vestido de regalo de cumpleaños, quedará encantada cuando lo vea —dijo mi madre con una amplia sonrisa.

Le devolví una sonrisa forzada.

—Claro que sí, ya quiero ver su cara.

Como si eso me importara.

Después de unas horas, nos dirigimos al carruaje camino a la casa de los Danvers. Mi padre y mi madre se sentaron frente a mí, vestidos con gran elegancia, al igual que yo.

Llevaba en mis manos una caja decorada con una cinta roja en forma de moño. Dentro de ella, un vestido rosado que, según mi madre, era precioso.

«No digo que fuera feo, pero no sabía nada de chicas y sus gustos.»

No voy a negar que me sentía nervioso. Era un joven de diecisiete años que conocería a su futura esposa en su cumpleaños.

Sería todo un fastidio.

Nunca había visto a Octavia Danvers, no sabía cómo era físicamente. Tampoco quise ver revistas donde hablaban de ella y su familia, no deseaba torturarme. Simplemente esperaría para conocerla en persona. Algo dentro de mí me decía que esta chica no sería nada agradable a mis ojos. Aunque algunas personas hablaban maravillas de ella, otros la adoraban, pero a mi parecer, las chicas extrovertidas solían ser muy problemáticas, y eso era algo que no podía tolerar. Y las personas que realmente me agradaban solían ser muy pocas. Y esta chica, Octavia, no parecía ser de las que me agradaban.

Después de un largo trayecto, llegamos a la casa de los Danvers. Era un lugar muy bonito, una enorme casa campestre, casi igual de grande a la nuestra, con un hermoso jardín inmenso lleno de todo tipo de flores. Las grandes puertas estaban abiertas de par en par, algunos invitados distinguidos estaban afuera, mientras que la mayoría se encontraban dentro.

Salimos del carruaje saludando a uno que otro conocido de papá y luego seguimos nuestro camino.

Al entrar, vi a la multitud que se encontraba frente a mí. Esta casa era realmente grande para albergar a tanta gente. Mi vista recorrió el lugar, observando cómo algunas chicas que se encontraban en una esquina bebiendo vino me miraban con la boca abierta, como si nunca hubieran visto a un chico como yo en sus vidas.

—¿Oliver? —preguntó alguien detrás de mí.

—¿Simón?

Saludé al chico con un abrazo. Simón fue uno de mis pocos amigos cuando aún vivía en Alexandria.

—Cuánto tiempo ha pasado. Y cuéntame, ¿llegaste hace poco?

—Aproximadamente hace cinco meses —contesté.

Continuamos charlando un poco hasta que llegó el momento de volver a mi realidad.

Bien, aquí voy.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora