Capítulo 16

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—Estimada Señora Evelyn, estimado Señor Abel, es un placer inmenso recibirlos en nuestra humilde morada. Sean bienvenidos —pronunció Levi con la cortesía que le caracterizaba.

Los señores Thompson asintieron con gentileza y nos saludaron con afecto, para luego colmarme de elogios.

—Mira cómo has crecido, Octavia. Estás hecha toda una dama, y ¡qué belleza! —exclamó la Señora Evelyn, observándome con detenimiento de pies a cabeza.

Conocía a los señores Thompson desde mi infancia, pues eran amigos íntimos de mis padres. Las visitas entre nuestras familias eran frecuentes y llenas de cordialidad.

—Hijo, ven acá —llamó la Señora Evelyn al joven que se encontraba de espaldas, conversando con otro muchacho.

El joven se giró y se acercó a nosotros.

Quedé boquiabierta.

—Él es nuestro hijo, Oliver. Oliver, te presento a la señorita Octavia Danvers —anunció la Señora Evelyn con una sonrisa radiante.

El Señor Abel, junto con mis hermanos, nos observaban expectantes, aguardando nuestra reacción.

La situación era sumamente incómoda.
El joven llevaba consigo una caja de regalo. Me miró de arriba abajo con rostro impasible.

—Es un placer conocerla finalmente, señorita Octavia —dijo, haciendo una reverencia—. Le he traído un presente. Espero que sea de su agrado. Feliz cumpleaños —añadió, extendiendo el regalo y esbozando una sonrisa forzada.

Miré a Levi, quien me hizo un gesto discreto con la cabeza.

Le devolví una sonrisa igualmente forzada.

—Oh, muchas gracias por el detalle. El gusto es mío, joven Oliver.

El muchacho arqueó una ceja y sonrió con ironía, captando mi sarcasmo.

Oliver era muy diferente de cómo lo había imaginado. Tenía el cabello rubio y rizado, la tez pálida, ojos azules penetrantes y una estatura que superaba la mía con creces. Vestía un traje elegante y de indudable valor.

No podía negar que era un joven apuesto. Pero eso no cambiaba mis planes. Estaba decidida a hacerle la vida imposible.

Tras un momento de silencios embarazosos y miradas inquisitivas, nos apartamos del resto de los invitados y tomamos asiento en un rincón del salón.
Mis hermanos y los señores Thompson decidieron dejarnos a solas para que pudiéramos conocernos mejor.

Bien... Esto era realmente incómodo.

Ante la indiferencia y el escaso interés que Oliver mostraba hacia mí, decidí tomar la iniciativa y hablar, con la intención de hacerlo sentir mal.

—Mire, ricitos de oro, no tengo el menor interés en conocerlo, y mucho menos en casarme con usted. No pretenda que tengamos una charla agradable, porque claramente no le caigo bien, ni usted me interesa lo más mínimo. Y, para ser franca, usted a mí tampoco me agrada. Así que no hay nada de qué hablar, sin fingimientos ni hipocresías. Ambos sabemos que esto es un completo disparate —declaré, poniéndome de pie con brusquedad.

El joven me miró sorprendido por un instante, y luego su expresión se tornó seria.

—Le gusta poner apodos, ¿verdad? Bien, yo también tengo uno para usted: "Pecas" Usted tampoco es mi tipo, y tampoco estoy interesado en conocerla... pero no tengo opción, y por lo visto usted tampoco. Así que, ni modo, deberá acceder, quiera o no —dijo con una sonrisa forzada.

—Me temo que mi opinión sobre usted es de lo más desfavorable. La idea de un matrimonio forzado con un hombre como usted me llena de repugnancia.

—Lamento profundamente que se sienta de esa manera. Pero lo que usted piense o diga de mí, no me interesa en absoluto. Me considero lo suficientemente maduro para sobrellevar todo este plan falso. Además, ¿por qué tanta hostilidad?

—El hecho de que este matrimonio haya sido impuesto por nuestras familias ya lo convierte en un acto de tiranía. Además, su reputación como hombre de negocios y su afición por los placeres mundanos me dan motivos más que suficientes para despreciar su compañía.

Oliver sonrió con cinismo.

—¿Cree usted que soy aficionado a los placeres mundanos? Da su opinión muy decididamente. Cuénteme, señorita Octavia, ¿quién le ha contado tales cosas sobre mí?

—Después de saber su nombre, pude investigar cosas sobre usted, y déjeme decirle que es usted considerado el hombre más acortejado en toda la ciudad. Las mujeres se desviven por usted. Y no solo eso, no pierde usted oportunidad para satisfacer sus necesidades con ellas. ¿No es así?

—Eso no le da el derecho de insinuar tales ofensas sobre mí. Pero tranquila, que con lo poco que llevamos hablando solo me ha demostrado que es usted un ser molesto, y tampoco es de mi agrado pasar tiempo con usted. Pero deberá de ahora en adelante acostumbrarse a mi presencia, pecas.

Me puse tan furiosa que sentí mi cara arder.

—¡Es usted un ser despreciable! Deseará no haberme conocido, ricitos de oro. ¡Lo odio! —grité, y salí corriendo dejándolo solo.

¡Lo odio, lo odio, lo odio!

Tal vez fui un poco dura al comienzo por llamarlo ricitos de oro, pero su actitud despreocupada me ponía furiosa. Y ahora no tenía ninguna duda, estaba decidida a hacerle la vida miserable.

Esperaba poder lograrlo.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora