Capítulo 26

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Oliver Thompson.

Partí de mi hogar con cierta premura, pues mi padre había demorado más de lo esperado. Para colmo de males, una de las ruedas del carruaje en el que pretendía viajar se había averiado, obligándome a emprender el camino a pie hacia el pueblo.

Al arribar a la feria y no divisar a Octavia por ningún rincón, un escalofrío de temor me recorrió. Desconocía su paradero y la incertidumbre me oprimía.

Deambulé por los alrededores, interrogando a los transeúntes si la habían visto, pero nadie me proporcionaba información. Hasta que una anciana dama me reveló que la última vez que la vio, se dirigía hacia la calle solitaria.

Presa de la angustia, corrí a toda prisa hacia aquel sendero, adentrándome en una calle oscura y desolada. Un mal presentimiento se apoderó de mí.
De súbito, escuché un ruido sordo y gritos provenientes de un callejón. Me precipité hacia allí y al llegar, mis ojos se abrieron de par en par al contemplar a un hombre en el suelo, encima de una muchacha.

—¡Octavia! —grité desesperado.

Me abalancé sobre el hombre, propinándole golpes y patadas con furia desatada. Tras unos instantes de forcejeo, el agresor huyó a toda velocidad, perdiéndose en la oscuridad del callejón.

Me volví hacia Octavia, quien se encontraba desorientada, asustada y en estado de shock. Un sentimiento de culpa me invadió, la había dejado sola, sin considerar los peligros que podían acecharla.

Me arrodillé a su lado y la abracé con fuerza.

—Lo siento, Octavia, lo siento tanto —murmuré con el corazón en un puño.

Sus brazos y cuello presentaban heridas, su cabello estaba despeinado y su vestido se había subido por encima de sus rodillas. Al sentir mi abrazo, comenzó a llorar y a temblar.

—Ey, tranquila, Octavia, soy yo, Oliver —intenté calmarla.

Sus ojos finalmente me reconocieron.

—Oliver... —lágrimas surcaban sus mejillas— te odio —dijo entre sollozos, golpeando mi pecho con sus manos.

No la detuve, permití que descargara su ira sobre mí. Me lo merecía por no haber llegado a tiempo y haber permitido que aquello sucediera. Ahora sí que me odiaría aún más.

—Lo siento, Octavia... no quería que esto pasara —repetí con voz quebrada.

—¡¿Cómo pudiste?! —exclamó entre lágrimas.

La abracé nuevamente.

—Créeme que nunca hubiera permitido que esto pasara, nunca haría algo que te lastimara.

Octavia dejó de forcejear y se sumió en un silencio momentáneo. Luego, habló con voz trémula:

—¿Por qué me dejaste sola, Oliver...? ¿Por qué...?

Sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos ante sus palabras. Octavia se veía tan vulnerable, tan llena de miedo... Nunca la había visto de esa manera, y con justa razón. Un hombre había intentado abusar de ella. Aunque no la soportara, jamás hubiera permitido que un hombre la tocara y le hiciera daño.

—Perdóname, no pude llegar a tiempo. El carruaje en el que venía sufrió un percance y decidí caminar hasta la feria, pero no te encontré... Sé que es difícil de creer, pero es la verdad. Mi intención nunca fue dejarte plantada. Nunca te haría tal desplante, por más mal que nos llevemos.

Octavia no respondió, sumida en un silencio doloroso.

Después de abandonar el callejón, nos dirigimos al centro del pueblo en busca de un carruaje que nos llevara a la casa de Octavia.

Durante el trayecto, le relaté nuevamente lo sucedido. Octavia escuchaba atentamente, aferrándose a mi brazo sin querer soltarlo.

—Me he dado cuenta de que hemos pasado de tratarnos de manera formal a tutearnos. No fue mi intención —comentó Octavia, rompiendo el silencio.

—No te preocupes, señorita Octavia. A decir verdad, me siento más cómodo con este trato cercano. Después de todo, hemos compartido experiencias que nos han unido de alguna manera, aunque sean malas —intenté bromear, pero mi voz sonó forzada.

—Creo que ha llegado el momento en que podemos tutearnos. Hemos compartido suficientes experiencias juntos como para ser más cercanos. Además, si nos vamos a seguir insultando, espero hacerlo tratándonos de tú —su mirada se posó en mí y sus ojos castaños me observaron con expectación.

—Creo que al fin estamos de acuerdo en algo. Será un alivio poder dirigirnos con mayor franqueza, y más si es para insultarnos —intenté sonreír nuevamente.

Se sentía extraño tenerla tan cerca, pero no me incomodaba en absoluto. Era la primera vez que teníamos una charla amena.

Su respiración seguía siendo agitada, solo ansiaba llegar pronto a casa y olvidar aquel trágico momento. Yo, por mi parte, solo deseaba protegerla y asegurarme de que estuviera a salvo. La culpa y la preocupación me carcomían por dentro, pero también sentía una extraña cercanía hacia ella, una conexión que había surgido de la adversidad.

El camino de regreso fue silencioso, pero lleno de emociones encontradas.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora