Capítulo 66

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Al llegar a la morada de mi querido amigo, un aire de preocupación y tristeza me envolvió como una mortaja. Los otrora cálidos salones resonaban ahora con susurros apagados y miradas cargadas de pesar. Al cruzar el umbral, fui recibida por los padres de mi amigo, junto con otros seres queridos que ya se encontraban allí, sus rostros marcados por la angustia.

Una sombra de inquietud se apoderó de mí al acercarme a su habitación. Al entrar, la visión de mi amigo postrado en el lecho, pálido y consumido, me dejó sin aliento. Su rostro, otrora lleno de vida, era ahora una sombra de lo que solía ser, reflejando la batalla silenciosa que libraba contra la enfermedad.

Mis ojos se anegaron en lágrimas al contemplarlo en ese estado tan frágil, y mi corazón se oprimió con una mezcla de dolor e impotencia. La habitación estaba impregnada de susurros suaves y miradas compartidas, pero todos éramos partícipes del mismo sentimiento de angustia al ver a nuestro amigo sumido en tal debilidad.

—Mike... —mi voz se quebró, incapaz de articular palabra alguna.

Mike me miró con ternura y esbozó una sonrisa débil, como siempre solía hacerlo.

—Ya estás aquí, princesa —intentó incorporarse, pero su cuerpo flaqueó, vencido por la enfermedad.

—Hey, no te esfuerces, verás que pronto estarás recuperado. Por el momento, debes cuidarte —dije, acariciando su cabello con suavidad.

Ver a mi gran amigo postrado en una cama, sin aliento, me destrozaba el alma. Me dolía el corazón, me dolía verlo así. Él no merecía este sufrimiento... si pudiera, habría tomado su lugar sin dudarlo. Daría mi vida para que mi amigo estuviera bien.

—Octavia... quería que vinieras para verte por última vez, no me iría sin antes despedirme de ti —dijo con voz entrecortada por la tos.

Sin poder contener el torrente de emociones, lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas.

—No hables así, te lo suplico. Estoy aquí para apoyarte en todo lo que necesites. Te recuperarás, ya lo verás. Ten un poco de fe.

Mike levantó su mano temblorosa para acariciar mi mejilla con dulzura.

—Temo que mi tiempo en este mundo se acorta, mi querida amiga. Quería agradecerte por ser mi confidente, por compartir risas y secretos en días más alegres.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? -pregunté con voz ahogada.

—No quería empañar el día más feliz e importante para ti con una noticia tan sombría.

—No sé cómo enfrentaré el mundo sin tu luz, sin tu amistad —luché por contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse nuevamente.

—Las despedidas son amargas, pero recuerda los momentos felices que compartimos. Te llevaré en mi corazón a medida que atraviese el umbral hacia lo desconocido.

—No sé si podré continuar sin ti, te necesito a mi lado, Mike —las lágrimas finalmente invadieron mis ojos, traicionando mi intento de mantener la compostura.

—La vida es efímera, pero el amor perdura. Aunque nuestros caminos se separen en este mundo, nuestra amistad trasciende los límites del tiempo. Gracias por ser la luz en mis días oscuros —me dedicó una mirada llena de ternura y gratitud.

—Cada momento contigo fue un regalo, y ahora el tiempo parece una cruel ironía —sequé mis lágrimas con un pañuelo que Helena me había alargado con gesto compasivo.

—No quiero verte así, O'. No quiero partir de este mundo sabiendo que sufres por mí. Quiero que vivas, O'. Vive y sé libre, no dejes de hacerlo, porque la vida es demasiado breve como para no aprovecharla al máximo.

—Me duele el alma pensar en un mundo sin tu risa, sin tus historias, sin tu alegría...

—Todos estamos aquí de paso. Pero el amor que sentimos perdurará como una llama eterna en la oscuridad.

—Si tan solo este trance fuera una pesadilla fugaz, de la cual despertaría a tu lado en algún confín del mundo, explorando parajes de ensueño.

—Pero la muerte no es el punto final, sino el umbral de un nuevo peregrinar. Nos reencontraremos en algún recodo del cosmos, de eso estoy seguro.

—No quiero que te marches —musité, negando con la cabeza, incapaz de aceptar la realidad.

Mike, con ternura, toma mis manos entre las suyas.

—Gracias por abrirme las puertas de tu corazón... por permitirme conocerte en lo más profundo de tu ser. Créeme, coincidir contigo fue el regalo más preciado que la vida me otorgó. Gracias por brindarme tu amistad, O'. Siempre te amaré... por toda la eternidad.

—Mike, soy yo quien te agradece por haber llegado a mi vida. Eres el ser humano más noble que he tenido el privilegio de conocer. El mundo no te merece...

—Octavia... Recuerda que la tristeza es efímera, pero el amor es eterno.

Tomo su mano, otrora fuerte y llena de vigor, ahora delicada como una hoja otoñal. Sus ojos, que solían irradiar alegría, ahora reflejan la aceptación ante el inevitable adiós.

En ese instante, una profunda melancolía se apodera de mí, como una sombra que amenaza con extinguir cualquier atisbo de esperanza. Me pregunto cómo el destino puede ser tan cruel, arrebatando a alguien tan lleno de vida hacia la oscuridad sin piedad.

Las palabras se niegan a salir, incapaces de expresar el torbellino de emociones que me embarga. Miro a mi amigo, el guardián de mis secretos más íntimos, y siento que una parte de mi alma se desgarra con su partida inminente.

Mike vuelve su mirada hacia Oliver.

—Cuídala con esmero. Ahora deberás amarla el doble, porque la amarás por mí también —dice con una sonrisa teñida de nostalgia. Deseo que sean inmensamente felices por el resto de sus días.

Oliver se inclina hacia él.

—Por supuesto, Mike. Y... no olvides que también te quiero... a pesar de nuestras diferencias, siempre supe que eras un buen muchacho y que probablemente... merecías más a O' que yo.

Mike sonríe.

—Octavia te eligió a ti, y si fue así, es por algo. Eres un hombre de bien, Oliver Thompson, de eso tampoco tengo dudas.

Helena y Noah lloran al escuchar sus palabras. Es un momento desgarrador para todos nosotros, especialmente para sus padres, quienes sufren igual o aún más que nosotros, sus amigos.

Es algo que nos cuesta asimilar, nunca imaginamos que algo así le sucedería a Mike, un chico tan bondadoso, tan afectuoso, tan excepcional... no merecía que una enfermedad se apoderara de su vida.

—Octavia Danver —susurra Mike. Ha llegado el momento de despedirnos —sus ojos grises me miran fijamente con nostalgia.

Las lágrimas vuelven a brotar de mis ojos.

—No... Mike, por favor... —digo entre sollozos.

—Hasta que nos volvamos a ver, hermosa O' —susurra.

—Tu recuerdo brillará sobre mi solitaria existencia... hasta que nos volvamos a ver, chico en llamas...

Al terminar, veo una gran sonrisa en los labios de Mike, para luego cerrar sus ojos para siempre.

En ese momento, comprendo la fragilidad de la vida y la importancia de atesorar cada instante compartido.

Lloro como alguien que se niega a ser consolado. Siento que mi corazón se hace añicos, me siento sepultada... nada de esto debió haber sucedido. Mike no merecía morir. Pero ahora solo me queda su recuerdo... y tendré que vivir con eso.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora