Capítulo 30

700 87 158
                                    

—Posees un don para ello, Pecas. Quizás deberías considerar consagrarte a la pintura.

Esa voz...

Giro mi rostro hacia la izquierda y allí, recostado en el umbral de la entrada, se encuentra Oliver.

—¿Qué haces aquí? ¿Acaso en tu hogar no te han enseñado a llamar antes de entrar? No te encuentras en tu propia morada, ricitos de oro.

Oliver esboza una sonrisa.

—La puerta se encontraba entreabierta. Y sí, los mismos modales que a ti te inculcaron —responde con sarcasmo.

Pongo los ojos en blanco.

—Agradece que no tenga ánimos de discutir, y mucho menos contigo.

—Me parece que pasar tanto tiempo con una persona puede ser perjudicial, se contagian las malas costumbres —dice mientras se aproxima a mí.

—Si has venido a importunarme, puedes retirarte.

—Calma, solo he venido a invitarte a un baile mañana por la noche.

Alzo una ceja.

—¿Tú, Oliver Thompson, deseas bailar conmigo? —Intento contener la risa.

—Es un baile... algo privado, solo tú y yo. Es importante —sus mejillas adquieren un leve rubor.

—¿Te estás sonrojando?

—¿Qué? ¡No! Yo... no es cierto —hace una mueca y frunce el ceño.

Río.

—Oliver Thompson, el joven más serio y reservado que he conocido, acaba de sonrojarse.

Oliver pone los ojos en blanco.

—Contigo es imposible —dice y comienza a caminar hacia la salida.

Lo detengo.

—¡Espera!

Oliver se detiene.

—¿Qué deseas? Si vas a burlarte, es mejor que te lo ahorres.

—De acuerdo, de acuerdo. Acepto —digo.

Oliver alza una ceja.

—¿Aceptas acompañarme al baile?

Pongo los ojos en blanco.

—Sí... pero solo porque no quiero que vayas a quejarte como una niña pequeña con mis hermanos —digo.

Oliver esboza una pequeña sonrisa.

—Bien, mañana pasaré por ti. Adiós —dice sin más y se marcha.

Suspiro.

Cielos, ¿qué me está ocurriendo? Esta no soy yo. Esto de odiar menos a ricitos de oro se me está haciendo costumbre. Debo dejar de lado estas tonterías.

Tomo el cuadro que acabo de pintar.

«Eres la mejor pintura que he hecho hasta ahora.»

Digo mientras admiro mi obra.

Días atrás había comenzado a vender mis pinturas, no me iba tan mal. Junto con Noah y Helena habíamos estado recorriendo el pueblo con mis obras.
Helena y yo nos vestíamos como si fuéramos jovencitos, ropa de hombre, pantalones y sombrero recogiendo nuestra cabellera. Disfrazadas de varones nos era más fácil que nos compraran los cuadros. Al principio Helena se negaba, pero después de ofrecerle chocolates aceptó hacerlo. Por otro lado, Noah nos acompañaba cargando los cuadros mientras yo los ofrecía en las grandes tiendas y casas de personas adineradas.

—Octavia, no deberíamos seguir haciendo esto, mira que casi te reconocen —dice Helena exhausta.

—Es verdad, O', tal vez deberíamos dejarlo por un tiempo —contesta Noah.

—Amigos, no puedo. Necesito más dinero y estos cuadros se han vendido muy bien —digo alegre.

—Lo sabemos, pero...

No lo dejo terminar.

—Pero nada. Saben que necesito ese dinero.

—Con cuadros no vas a pagarle todo el dinero que le deben al señor Thompson —responde Helena.

Frunzo el ceño.

—Entonces no me sigan ayudando. Puedo sola, no necesito su ayuda —digo y comienzo a caminar dejándolos atrás.

—¡Octavia, espera! Tampoco es para que te pongas así —dice Noah siguiéndome.

Volteo a verlos.

—No los necesito, podré sola. Así que adiós.

Dejándolos atrás, llego a un lugar apartado de la gente para cambiar mi ropa.

Acomodo mi vestido y tiro el sombrero a un lado para dejar caer mi cabello suelto.

Una voz masculina habla.

Me sobresalto y al levantar mi cara para ver quién era, mis ojos se abren en sorpresa.

¡No puede ser!

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora