Capítulo 39

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Oliver Thompson.

Alec y yo buscábamos un respiro de nuestras labores, así que decidimos aventurarnos en la feria, pensando que un poco de esparcimiento en medio de tanto trajín nos sentaría de maravilla.

—¿Crees que pueda encontrar alguna damisela agraciada en este lugar? —dice Alec, echando un vistazo a su alrededor.

—No lo sé, no eres muy diestro en el arte de atraer a las damas —digo.

Alec me mira.

—Seguro tú eres todo un experto. Ah, olvidaba que eres un conquistador de corazones, puedes tener a la muchacha que desees, como en los viejos tiempos —Alec sonríe con complicidad.

—Eso era en otra época. Y tal vez no sea un maestro en el cortejo, pero al menos no trato de llamar la atención como lo haces tú cada vez que ves a una.

—Se llama galanteo, cosa que tú desconoces.

—No necesito galantear para que una dama se fije en mí —le guiño un ojo.

Alec ríe.

—Claro, se me olvidaba que te has pasado todo este año rechazando a las muchachas. ¿Acaso eres...

Le frunzo el ceño.

—No soy nada de lo que estás pensando.

La mirada de Alec se enfoca en otro punto.

—Mira quién está por aquí —dice sonriendo.

Volteo a ver.

Mi mandíbula se tensa al ver a Octavia al lado de Mike, quien la abraza por detrás.

—¿Crees que deberíamos ir a saludar? —pregunta Alec.

—En este momento no me apetece saludar...

Alec grita.

—¡Hey, amigos!

Octavia, Mike, Noah y Helena voltean a vernos.

«Ya qué más da.»

Nos acercamos a ellos, Alec comienza a saludar a todos.

Octavia me mira por unos segundos y luego baja su cabeza, algo ruborizada.
Saludo a los muchachos y por último a Octavia, quien me obsequia una pequeña sonrisa.

Su belleza, esa que había admirado en secreto durante tanto tiempo, me dejó casi sin aliento.

Mike no la suelta, no deja de prodigarle besos en la mejilla, cosa que, inexplicablemente, me incomoda.

Me acerco a Octavia.

—¿Podríamos conversar un momento? —miro a Mike, quien no la suelta—, a solas —finalizo.

Mike se aparta.

—Aquí te espero, O'.

Octavia asiente.

Nos alejamos un poco de los demás para quedar a solas con Octavia.

—Veo que tienes galán, Pecas —digo de repente.

Octavia sonríe.

—No es mi galán, es mi amigo.

—Pues no parece que fuera solo tu amigo, es tan afectuoso contigo. Siempre lo supe, sabía que sus sentimientos por ti iban más allá de una simple amistad.

Octavia levanta una ceja.

—¿Y qué pasaría si lo fuera?

—Nada, solo decía.

—Bien...

Hablo después de unos segundos de silencio.

—Debes de estar contenta porque al final no se concretó el matrimonio.

Octavia me mira a los ojos por un instante.

—Claro. Igual que tú, ¿no es así? Al fin y al cabo, era algo que ambos deseábamos.

La miro a los ojos y quiero decir que sí, pero algo me lo impide.

—No lo sé —digo por último.

Octavia me mira algo confundida.

—¿No lo sabes?

—No sé. Debería estarlo, pero por el contrario... siento que en lo más profundo de mi ser sí quería casarme contigo... —desvío la mirada.

—¿Por qué? —pregunta expectante a mi respuesta. Sus ojos castaños me miran fijamente.

—Porque tal vez no te odié lo suficiente, pecas.

Una pequeña risita escapa de Octavia.

—¿El odio se transformó en amor?

—No sé si sea amor, pero siento algo muy diferente a lo que sentía por ti al principio. Siento la necesidad de estar a tu lado.

Mis pensamientos se perdieron en la imagen de Octavia, la misma a la que había considerado una molestia constante. Mi orgullo había sido mi mayor enemigo, pues en la quietud de aquel momento, me encontré forzado a aceptar que la amaba, aunque mi lengua no podía articular tales palabras.

Los ojos de Octavia me miran fijamente.

—Yo lo sé, porque también siento lo mismo, Oliver Thompson.

Abro mis ojos.

—Nuestros deseos de aniquilarnos nos llevaron a esto —me acerco a ella y la miro fijamente a los ojos. Octavia Danvers, la que solía tildar de testaruda. Mi mirada revelaba lo que mis labios nunca dirían: que detrás de cada riña y desacuerdo, se escondía el amor que, en secreto, ardía en mi pecho.

Octavia se aleja un poco.

—Pero todo esto solo es una ilusión, nunca va a pasar nada, Oliver.

La veo confundido.

—¿Por qué dices eso?

—Lo que tú sientes y lo que yo siento no es suficiente para estar juntos, Oliver, lo siento —dice y luego desaparece de mi vista.

¿Qué le pasaba?

Octavia Danvers, cuyos ojos reflejan el mismo amor que siento por ella, no puede permitirse admitirlo. Mi alma suspira en la penumbra de un amor no correspondido...

«Nunca esperes demasiado de una persona...»

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora