Capítulo 20

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Nos hallábamos en el carruaje, en ruta hacia la morada de los Thompson. A lo largo del trayecto, mis hermanos permanecieron en un silencio sepulcral.
La zozobra me atenazaba. El mutismo me resultaba insoportable, así que me aventuré a iniciar una conversación.

—Levi, Chris. ¿Han reflexionado sobre alguna estratagema para llegar a un entendimiento con los Thompson y así evitar que me case con ese fatuo de ricitos de oro? —inquirí.

Chris y Levi me miraron con perplejidad.

—¿Ricitos de oro? —inquirió Chris.

—Sí... así lo llamo por su cabello, que parece forjado en oro y profusamente rizado.

Chris soltó una carcajada.

—Eres diestra en el arte de los remoquetes, O'.

Levi le dirigió una mirada severa a Chris y luego me observó.

—Abstente de apodar a las personas, compórtate como una dama de bien —Levi frunció el ceño.

—Levi... ¿puedo hacerte una pregunta?
Levi se inclinó hacia mí y posó su dedo índice en mi frente —Ahora no es el momento propicio, será en otra ocasión —dijo para luego recostarse en su asiento y desviar la mirada hacia la pequeña ventana del carruaje.

Nunca tienes tiempo para conversar con tu hermana...

Al cabo de unos minutos, arribamos a la residencia de los Thompson. Era, sin duda, una casa muy similar a la nuestra, una hermosa casa de campo.

De la casa emergió la Señora Evelyn, ataviada con un vestido señorial que le sentaba a la perfección.

Con un saludo afectuoso y una sonrisa radiante, nos invitó a pasar.
Una vez dentro, el Señor Abel se encontraba en la gran sala, sentado en un sillón, y a su lado estaba Oliver, vestido de manera informal y con sus rizos recién peinados. Sus ojos azules se encontraron con los míos, y una pequeña descarga eléctrica recorrió mi cuerpo.

Al parecer, esos ojos azules me perturban.

Oliver se puso de pie y se dirigió a nosotros, saludando cortésmente a mis hermanos y, por último, a mí. Se mostraba tan sereno, tan seguro al hablar y en su porte.

Besando mi mano, dijo:

—Es un placer tenerla en nuestra casa, sea bienvenida, señorita Octavia Danvers.

Qué bien disimula su aversión hacia mí.
Le devolví una sonrisa fingida.

—Muchas gracias, joven Oliver.

Tomamos asiento y conversamos durante un buen rato «bueno, más bien conversaron ellos, porque, personalmente, me aburre hablar de negocios» sobre los negocios que ambas familias comparten y sobre "nuestro matrimonio."

Finalmente, nos dirigimos a la mesa para la cena. Todo transcurría en aparente armonía; Oliver interpretaba su papel a la perfección, mientras yo hacía lo propio, intentando aparentar estar encantada con él.

—Y cuéntanos, querida Octavia, ¿cuáles son tus pasatiempos? —preguntó la Señora Evelyn.

Me quedé en silencio por un momento, pensando en mi próxima respuesta.

—Me complace mucho la pintura.

—Oh, eso es espléndido, es una distracción muy loable, ya que eres una joven sin ocupaciones, pero tan pronto como tengas tus hijos, las cosas cambiarán, estarás mucho más ocupada —comentó la Señora Evelyn.

Abrí los ojos de par en par, sentí que me atragantaba y comencé a toser. Oliver también tosió, mientras los demás nos miraban confundidos.

—¿Se encuentran bien, jóvenes? —inquirió el Señor Abel con un dejo de preocupación en su voz.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora