Capítulo 67

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En el silente camposanto, bajo el palio ceniciento del firmamento encapotado, se alzaban los monumentos funerarios cual mudos centinelas de vidas ya concluidas. El murmullo del viento entre las ramas añadía un quejido más al lúgubre paraje mientras avanzaba con paso apesadumbrado hacia la última morada de mi amigo, Mike.

El efluvio de tierra removida y flores mustias se entretejían en el ambiente, envolviéndome en una atmósfera de congoja. Ante la lápida recién erigida, las lágrimas nublaban mi vista, y el suspiro de los cipreses parecía un eco doliente de mi propio pesar.

El sol, velado tras un manto de nubes plomizas, proyectaba sombras tenues sobre las tumbas, cual si el mismo cielo llorase la pérdida de un ser amado. A mi alrededor, la solemnidad del lugar se fundía con los murmullos de aquellos que, al igual que yo, cargaban con el peso de la despedida.

Los pétalos de las flores marchitas descendían lentamente sobre la tierra fresca, como lágrimas silenciosas que se unían al duelo compartido. Las palabras del oficiante resonaban en el aire, pero apenas las percibía, pues mi mente estaba absorta en los recuerdos compartidos y las risas que ahora solo eran ecos en el viento.

El trino de los pájaros, aunque distante, parecía rendir un homenaje a la vida que se extinguía, y el suelo bajo mis pies, húmedo por el rocío matinal, absorbía mis pasos con un eco de resignación.

Jamás volvería a ver a Mike, a contemplar su sonrisa, la alegría que siempre lo distinguió... me duele en lo más hondo, siento como mi corazón se fragmenta poco a poco, todo el sufrimiento que inunda mi ser. Aunque Oliver siempre ha estado a mi lado, brindándome aliento, abrazándome cuando más lo necesito... siento que son pequeños bálsamos que no logran sanar la herida profunda que desgarra mi corazón.

Despliego la misiva que ayer, con mano trémula, redacté para Mike. Mis manos tiemblan aún, y respiro hondo antes de comenzar a leer en voz alta.

«A mi amado muchacho de cabello en llamas.

H

oy, en este solitario recodo del tiempo, mis palabras anhelan alcanzarte allí donde el susurro de las hojas se entrelaza con el eco de las almas. Mientras las lágrimas perlan mis ojos, quiero expresar la profunda añoranza que envuelve mi corazón como una bruma grisácea.

El reloj del destino, con sus implacables manecillas, nos ha separado, dejándome con la aguda sensación de que el tiempo es un ladrón de instantes preciosos. Aquí, entre las sombras de los monumentos funerarios yacen los fragmentos de risas compartidas, de confidencias selladas con la tinta de la confianza.

Las palabras fluyen de mi pluma con la melancolía de un violín en la lejanía, evocando recuerdos que ahora se aferran a mi alma como sombras perdidas en la penumbra. En este camposanto, donde la tristeza se entrelaza con el aroma a lirios mustios, te escribo con la esperanza de que estas líneas alcancen las puertas de tu eternidad.

Cada suspiro es un eco de tu ausencia, una herida que la pluma no puede restañar. Contemplo las flores sobre tu sepulcro, pero su fragancia no es más que un pálido reflejo de la vitalidad que una vez compartimos. Mi corazón, enredado en la maraña de la nostalgia, anhela los días en los que tus risas eran la melodía que iluminaba mi existencia.

En esta carta, entre palabras entretejidas con tristeza, quiero expresarte lo imposible que es llenar el vacío que dejaste tras tu partida. Cierro mis ojos y puedo verte, como un sueño evanescente que se desvanece al rozar la realidad.

Con lágrimas tibias que emulan la lluvia de un cielo lloroso, te despido. Que estas palabras alcancen tu espíritu en alguna dimensión donde el tiempo se desvanece y los corazones encuentran su anhelado reposo.

Con amor, Octavia.»

Al concluir la lectura de la misiva, las lágrimas comienzan a inundarme, y caigo en un profundo llanto.

Vuelvo mi mirada hacia Oliver, que se encontraba a mi lado. Toma mi mano y le da un pequeño apretón, comprendiendo mi sufrimiento, y sus ojos azules me miran llenos de nostalgia.

—Oliver... Me duele el alma. No podré soportarlo...

Siento un dolor tan intenso que me falta la respiración, mi cabeza comienza a dar vueltas y todo a mi alrededor se nubla...

**

—Toma esto, te ayudará —dice Helena ofreciéndome una taza de té con una pequeña sonrisa.

—¿Qué sucedió?, lo último que recuerdo es que estábamos en el cementerio y... —pongo mi mano sobre mi cabeza— me duele.

—Te desmayaste, O'... tranquila, trata de calmarte ¿vale?. No ha sido fácil para ninguno de nosotros —los ojos de Helena se veían cansados y ojerosos.

—Helena... —un nudo se forma en mi garganta— Mike... nos dejó...

Helena toma mi mano con nostalgia.

—Está en un lugar mejor O', lo sabes. No ha sido fácil, pero tratamos de sobrellevarlo, trata de tranquilizarte amiga, tú eres la más fuerte... Recuerda que de nosotros tres, Noah, tú y yo, eres tú la más fuerte, la más valiente. Y nosotros éramos los más llorones —ríe levemente—, decías que no llorabas para no verte vulnerable... necesitamos a esa chica de nuevo en este momento, O' —una pequeña lágrima aparece en sus ojos.

—Lo intento, Hel... pero Mike era una de las personas más importantes en mi vida... lo quería tanto que sentía que lo amaba... —bajo mi cabeza— pero era un amor diferente... era parte de mí y ahora ya no está... —lágrimas vuelven a aparecer en mis ojos.

Helena me abraza de lado.

—Lo sé, O'. Lo sé. Pasará, ya verás como pronto lo podrás recordar con mucha alegría. Tienes que ser fuerte mi niña —una de sus manos acaricia mi cabello.

Mientras estamos allí, Oliver entra a la habitación.

—O', ¿cómo sigues? —pregunta Oliver acercándose.

Helena se pone de pie y responde por mí.

—Está mucho mejor ¿no es así O'? —sonríe.

Asiento.

Helena sale de la habitación para dejarnos a solas con Oliver.

—No me gusta verte así O', tu sufrimiento es el mío. Me impacienta verte sufrir y no poder hacer nada, yo...

—Sí lo has hecho... has estado conmigo, me has consolado... no sabes lo que significa tenerte a mi lado en estos momentos... eres el mejor esposo del mundo —una pequeña sonrisa aparece en mis labios.

Oliver se asombra.

—¡Sonreíste!... no sabes la tranquilidad que me da el verte sonreír de nuevo, O' —toma mis manos para ponerlas sobre su pecho—. Te amo tanto.

Mis ojos se cristalizan.

—Eres la calma en la que más confío, Oliver Thompson.

Oliver me da un cariñoso beso en los labios para luego rodearme con sus brazos.

—No sabes la tranquilidad que me da el tenerte en mi vida, pecas.

No Te Enamores De Mi✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora